El título de esta novela es la contradicción de la famosa frase de Einstein: «Dios no juega a los dados con el Universo». No porque no esté de acuerdo con él, sino porque lo pienso así.
El protagonista de este texto es una especia de diablo que lleva buenas intenciones, es decir, quiere saber sobre la existencia de Dios porque, al parecer, Satanás no se lo ha explicado. Llega a un monasterio para retirarse y pensar. Más tarde, se le ocurre jugar a los dados con el fin de hallar una respuesta probabilística a su pregunta trascendental: ¿es Dios necesario? Y el resultado que obtiene no es aleatorio, como cabía suponer; por lo que la respuesta a su pregunta es afirmativa.
Biografía:
Hice los estudios de Química Analítica. Entré en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona para dar clases de Química a los alumnos de Restauración de objetos de arte y, a lo largo de mi trabajo, he realizado bastantes análisis químicos de objetos de arte con miras a su autentificación, encontrando —con desagrado por mi parte— que la mayoría de obras han sido falsas.
Este trabajo no lo hubiera imaginado nunca, pero la afición que siempre he tenido de pintar me llevó a ello y, en este sentido, puedo considerarme un ser privilegiado.
Por otra parte, una vez tuve la inspiración de escribir una novela, titulada Pablo el alsaciano y, un poco más tarde, la que ahora presento. Sin «don» e «inspiración» no puede salir nada bien. La gramática es necesaria, pero no suficiente.
Triste impureza de los pensamientos, sabor amargo del devenir, íntimo consuelo del propio yo.