En cierta ocasión, Charlotte Brontë, autora de Jane Eire, dijo: «escribo porque no puedo evitarlo». O quizás lo escribió. Sí, seguramente lo escribió. No sé con qué intención lo hizo, pero siempre me ha gustado pensar que era el reflejo de una pulsión. «Escribo porque tengo que hacerlo»… «Escribo porque es lo que sé hacer». Quizás quería decir esto.
Sea como fuere, después de leer, y de releer, Identifícate, me he acordado de aquella frase de la Brontë. Y creo, o quiero creer, que su autora, la joven escritora barcelonesa Caterina PG, escribe porque no puede evitarlo, porque le sale de adentro, porque tiene que hacerlo, porque es lo que sabe hacer.
Le sale de adentro. Eso es lo primero que el lector percibe tras adentrarse en las aguas inquietas de esta recopilación de reflexiones/cuentos/relatos que más bien parecen pequeños bocados de realidad, pequeños bocados de la realidad de su autora. No quiero decir con esto que se trate de una obra autobiográfica. No lo sé, quizás, seguro que en parte sí. Quiero decir, más bien, que se trata de una recopilación de relatos robados a la realidad, sean o no reales.
Y es que resulta que estos cuentos, para grandes y chicos, están llenos de pequeños pero trascendentales aprendizajes. No es mi intención, ni mucho menos, adelantar nada de lo que van a leer, y disfrutar, en breve. Pero sí me gustaría dejar claro que se van a encontrar con un montón de reflexiones que tratan sobre un montón de temas interesantes.
Nos habla de cómo la vida se va deslizando por esa empinada pendiente que es el tiempo, pasando por diferentes momentos en los que percibimos y sentimos las más diversas experiencias y sensaciones; de esas personas que marcaron y crearon nuestra historia y que, desafortunadamente, se han ido para no volver —extraordinaria y emotiva la reflexión que dedica Caterina PG a su abuela, «Querida abuela»— ; pero también de esas otras personas que llegan a nuestra vida para colorearla y hacernos vivir, vivir de verdad —bellísimo el relato «Amor incondicional», por ejemplo, cuando dice: «Tú, mi príncipe, consigues ser el sol que calienta mi mundo en los momentos más fríos».
Del amor en todas sus formas y maneras, de lo importante que es amar y ser amados, construir un «nosotros» y compartir la vida con la persona que elijamos, o que nos elija; de la extraordinaria fortuna que tienen los que coinciden sin esperarlo con el que será el amor de su vida; del miedo que produce pensar que lo que en un momento parece eterno, pueda tener fecha de caducidad; de esos momentos mágicos que surgen cuando, como consecuencia de los extraños caminos que a veces toma el destino, nos reencontramos con un antiguo amor de nuestra infancia; de los talismanes que aparecen en el camino de la vida cuando más los necesitamos; de esa primera vez que todos hemos vivido y que tan honda impresión deja en lo más profundo del alma… y del cuerpo —precioso el relato «Mi primera vez»—. Y de las rupturas, a veces dolorosas, terribles, insoportables, pero, en otras ocasiones, liberadoras, necesarias y libertarias.
Pero nos habla también de lo difícil que es encontrarse a veces a uno mismo, de los listones tan altos que solemos ponernos por culpa del «qué dirán» y por pretender contentar a los demás, sin darnos cuenta de que no debemos construirnos pensando en el otro, sino en nosotros. Somos piedras sin pulir, y a la vez, somos nuestros propios escultores. «Enséñame que eres ese diamante en bruto del que todo el mundo habla, pero hazlo sin miedo, sin temblar, y siéntete orgullosa de contarle al mundo esta experiencia vivida», nos dice en «La venda».
Y nos habla de la terrible experiencia del maltrato, con una crudeza y una sensibilidad extraordinaria que pone los pelos de punta. Si se lanzan a leer este libro, entenderán lo que digo cuando lean el escrito titulado «Superviviente». Y de las amistades rotas, esos terremotos emocionales que durante un tiempo destruyen por completo nuestra vida y nuestra alma hasta que conseguimos superarlo; y de la soledad que todos, en mayor o menor medida, alguna vez sentimos. «Lágrimas recorren mi cara con la esperanza de que algún día la vida me vuelva a vestir y que puedan darme el afecto que necesito». Qué bonita metáfora. Que la vida me vuelva a vestir…
Alguien dijo alguna vez que una buena película es aquella que no quieres que termine cuando se ve por primera vez, y que esperas que termine de otra manera cuando se vuelve a ver. Eso pasa con casi todas las reflexiones/cuentos/relatos de esta brillante antología. En definitiva, una extensa antología de versos —en prosa— y cicatrices que hará las delicias de todo aquel que se atreva a sumergirse en sus aguas, siempre reconfortantes y luminosas. Gracias, Caterina PG.