En cierta ocasión, el gran Lord Byron dijo una frase que le viene que ni pintada a esta novela: «Es extraño, pero es verdad; porque la verdad es siempre cosa extraña; más extraña que una ficción».
Stranger than fiction, que dicen los angloparlantes. Y es que la realidad, para el que sabe aprehenderla en su justa medida, es extraña y, por lo tanto, es una fuente inagotable, por paradójico que pueda parecer a primera vista, para crear ficciones literarias o cinematográficas.
Esta novela, El Viaje Iniciático de Fermín Braguero, de la misteriosa escritora Andrea Iocalente, ¿pseudónimo?, recientemente publicada por Editorial Círculo Rojo, lo viene a demostrar.
Y no es porque esté inspirada en hechos reales, que no lo está —o sí, quién sabe—, sino más bien porque usa historias reales, o potencialmente reales, para crear una ficción que, por alucinante que pueda parecernos, es plausible —siendo algo laxos—. Claro, es una ficción deformada, el reflejo esperpéntico, valleinclaniano, berlanguiano, humorístico y sarcástico de una realidad que, inquietantemente, cada vez ser parece más a su propio reflejo distorsionado.
La novela cuenta la historia de Fermín, Fermín Braguero, un tipo que, tras comenzar un año antes una relación con la Churri, su novia, cambia por completo de modo de vida, renunciando a la vetusta y conservadora educación que había recibido de sus algo rancios y conservadores padres, adentrándose en las arenas movedizas de la New Age, el crecimiento personal y la filosofía oriental. Él, un mediocre empleado por cuenta ajena, un pobre tipo —si tienen una mente que piensa en cine, como es mi caso, igual les ayuda imaginarse a una especie de Jack Lemmon castizo—. Ella, una pija millonaria, hippie, ecologista y animalista que se marcha al Indostán con un grupo de meditación porque necesitaba pensar —no se me ocurre ninguna actriz, o sí, pero, con esto de la cultura de la cancelación, no sé si mojarme—. Durante él mes que ella pensaba pasar fuera, él se dispuso a convertirse en el hombre que ella querría que fuese… Y así fue como dio comienzo su viaje iniciático por el maravilloso mundo de las pseudociencias, el misticismo oriental y los filósofos de chichinabo.
La historia se desarrolla en la T4 del aeropuerto de Madrid, donde Fermín espera a Churri, que debe llegar en un vuelo que se ha retrasado. Allí conoce a Falán, un indio que también espera, con el que inicia una larga charla. Y en retrospectiva, vamos conociendo la fascinante historia de Fermín —y la de Falán.
Y hasta aquí puedo leer. No es mi intención desvelar en exceso el contenido de esta novela. Ni tampoco exaltar sus virtudes literarias, que las tiene, y muchas, como la capacidad de la inquietante autora para construir escenas brillantes, perturbadoras y surrealistas, o los diálogos, perfectamente construidos, riquísimos, que le permiten desarrollar situaciones tan cómicas como delirantes. Es más, es importante reconocer que casi toda la trama de la novela se expone mediante el extenso diálogo que emprenden Fermín y Falán en el aeropuerto, gracias al que también conocemos a casi todos los maravillosos personajes que pululan por la novela. Esto puede parecer fácil, pero no lo es. Ojo.
Lo que realmente hace grande a esta novela, al menos para este humilde servidor, es el tremendo sentido del humor que muestra desde la primera página, y, sobre todo, que se emplee para representar, entre carcajadas y escenas delirantes, una parodia brutal de gran parte de nuestro mundo actual. Para ello, la autora no duda en realizar continuas referencias a numerosos elementos de la cultura popular y de la sociedad actual, desde el feminismo radical o el ecologismo —«una niña sueca con una mala leche que daba miedo y que echaba unas broncas de tomo y lomo al personal contaminados»—, a la dictadura de lo políticamente correcto y a muchos de los extraños fenómenos que están sucediendo en estos últimos tiempos en estas sociedades nuestras, desde las cuotas de presencia de determinados colectivos en el cine o la televisión al comercio justo, el sorprendente consumo de quinoa, la epidemia de los holístico, la omnipresencia obsesiva del deporte o el cada vez más común veganismo.
Claro, donde centra Andrea Iocalente el punto de mira es en la crítica, desde el humor, de ese amplio universo formado por, entre otros astros, la autoayuda, los coachs, el mindfulness, el autoconocimiento, los gurús y las nuevas religiones sincréticas, la acupuntura, la homeopatía o las prácticas espirituales heterodoxas y las terapias alternativas de todo tipo, pero siempre procedentes de Oriente; desde el yoga o la meditación al siempre interesante mundo de lo tántrico o a los famosos chakras, de los que todo el mundo habla, pero que muy pocos saben explicar qué son. Se pueden imaginar las fantásticas escenas que la esquiva autora desarrolla a partir de estas sendas, siempre recorridas por personajes tremendamente insólitos y que dan mucho juego.
En pocas palabras. Una obra brutal, divertidísima, mordaz, crítica y genial. No se la deben perder. Es más, deberían llevarla con ustedes si van a viajar pronto en avión. Es perfecta para leerla durante una larga espera…
Namasté.