Yo, Romasanta, Los papeles de Nombela, es la reinterpretación de los hechos que convirtieron a Romasanta en «el hombre lobo» y el primer killer de nuestro país. Pero ¿y si Romasanta nunca fuera tales, ni a los desaparecidos hubiera dado muerte como él dijo y la justicia sentenció? ¿Y si el negocio de la grasa humana no fuera más que producto de la rumorología? ¿Y si la leyenda no fue más que la proyección de una historia plagada de dudas? La investigación sufre un vuelco considerable con solo afrontar la adecuada reinterpretación de lo sucedido. Entonces cambia totalmente la historia, los papeles de los actores y la suerte de las víctimas. Así que pongamos que ahora tenemos el relato novelado de una historia de licantropía sin licántropo; de muertos sin muertes ni cadáveres; de casi siempre el mismo viaje a cualquier parte menos a donde él dijo; de la búsqueda de una prosperidad invocada pero jamás alcanzada; y de un todo que la justicia sentenció como más le convino.
Para ello bastó con introducir un solo elemento. El que resuelve que no tuviera por qué haber cadáveres si vivos valían más que muertos. Por más que el giro pueda parecer inverosímil y el guion osado, la reinterpretación de los hechos no precisó alterar nada de lo sucedido, solo interpretarlo de otro modo.
A primeros de 2017, alguien desde la localidad toledana de Nombela aportó el indicio del que arrancó esta historia.