Hablar de una vida marcada por el dolor y la lucha no es sencillo, pero aún más complejo es desnudar el alma y plasmarlo en papel. Sin embargo, muchos autores valientes lo hacen, casi siempre con una doble intención: que de algún modo les sirva la experiencia como catarsis, como un ajuste de cuentas con ellos mismos; pero también para predicar con el ejemplo y mostrar a las potenciales personas que vivan experiencias similares que siempre hay un camino que tomar si hay valentía y coraje.
Un ejemplo perfecto es esta extraordinaria novela autobiográfica, Pedazos de mí, de la autora venezolana Mefer González, publicada por la editorial Círculo Rojo; una obra en la que su autora nos invita a recorrer las profundidades de una existencia difícil y marcada por el maltrato, desafiando, valiente, el silencio que suele envolver historias como la suya.
La protagonista, Lala, alter ego de la propia autora, narra en primera persona su historia. Periodista de profesión y con varios postgrados, describe su intensa y complicada experiencia en el ámbito político y comunicacional de la Venezuela chavista de comienzos de siglo. Nada más graduarse, Lala comienza su carrera en Caracas, la capital, una ciudad que ama por su dinamismo y por sus fuertes contrastes. Allí, su relación con el ambiente político se intensifica durante una época de polarización política en el país, mientras trabaja en altos cargos en ministerios y oficinas gubernamentales.
La trama central gira en torno a la relación de Lala con Gael, un hombre inteligente y brillante, pero controlador y emocionalmente abusivo. Al principio, su relación es idílica, llena de admiración mutua y sueños compartidos, como formar una familia y crecer profesionalmente. Sin embargo, con el tiempo, comenzaron a aparecer numerosos comportamientos tóxicos: manipulación emocional, celos extremos y violencia psicológica, y finalmente, malos tratos físicos. Además, pronto sabemos que no es quien dice ser y que oculta aspectos importantes de su vida.
Paralelamente, la protagonista enfrenta un entorno laboral hostil, marcado por demandas extremas, abuso de poder y un sistema burocrático arcaico. Aunque logra destacarse y obtener reconocimiento, las dificultades afectan su salud física y emocional.
Y hasta aquí puedo leer. Si quieren saber más, tendrán que hacerse con un ejemplar de Pedazos de mí. No se arrepentirán.
La voz de Mafer González se muestra en las páginas de su maravillosa obra con una intensidad apabullante. Pedazos de mí es su título, sí, pero también es una promesa hecha a los lectores: la entrega de su verdad, desnuda y sin artificios. Cada fragmento, cada recuerdo, nos conduce por un recorrido íntimo, donde las cicatrices de su particular guerra existencial no se esconden, sino que se exponen como trofeos de una batalla que aún sigue librándose, de una batalla que han labrado muchas mujeres.
En esta obra, Caracas se convierte en mucho más que un escenario; es un personaje en sí misma, con su cielo azul, sus guacamayas revoloteando y el constante eco de un país dividido. La ciudad respira junto a ella. Sus luces y sombras reflejan los altibajos de una vida que Mafer despliega con valentía. Desde las calles vibrantes hasta los despachos grises de las oficinas gubernamentales, la autora nos invita a sumergirnos en un mundo donde las ambiciones se entrelazan con la realidad de un país que lucha por mantenerse a flote, como ella, como todos.
Y luego está el amor, esa fuerza tan potente como devastadora. Gael, como ya adelanté, con sus rizos castaños y su inteligencia deslumbrante, aparece como una figura ambivalente, capaz de elevarla a las alturas y de sumirla en los abismos de su propio descontento. A través de sus ojos, Mafer revela las complejidades de las relaciones humanas, donde las promesas iniciales a menudo se enfrentan a las asperezas de la convivencia y chocan con las expectativas no cumplidas.
Las páginas de este libro están impregnadas de una sinceridad abrumadora, y eso es siempre algo que hay que agradecer. La autora no teme mostrar sus errores ni sus miedos, y es precisamente en esa vulnerabilidad donde radica su fortaleza y la grandeza de esta propuest. El lector se encontrará viajando con ella a través de momentos de triunfo y desilusión, de risa y lágrimas, desde la calidez del hogar familiar hasta la fría soledad de un hotel al que llegó huyendo de una discusión.
Mafer González escribe con un estilo que acaricia el alma, con palabras que parecen haber sido cuidadosamente escogidas para perforar las capas de indiferencia que muchos construimos alrededor de nuestros corazones. Hay en su narrativa una poética cotidiana, que, sin embargo, termina siendo épica. Y es que la autora desarrolla y muestra una tremenda habilidad para encontrar belleza incluso en los momentos más oscuros, además de invitarnos a nosotros, sus atentos lectores, a detenernos, a reflexionar y a conectar con nuestra propia humanidad, con lo que realmente somos.
Y no, no es una autobiografía sin más, es mucho más. Es una invitación a compartir un viaje emocional y humano, a comprender que la vida no se mide en éxitos o fracasos, sino en la capacidad de continuar, de reconstruirse una y otra vez, a pesar de las caídas. Es, en última instancia, un testimonio del amor propio que emerge entre las grietas de una existencia complicada, como un rayo de luz que se cuela entre las nubes más densas, como esas pequeñas plantitas que nacen, incomprensiblemente, entre el asfalto de las carreteras.
Sin duda, sus lectores, que espero que sean muchos, cuando cierren este libro, no serán los mismos. Las palabras de Mafer González se quedarán con ellos, a su vera, recordándoles que incluso en los momentos más sombríos, en los pozos más profundos, en los duelos y quebrantos más amargos, hay una belleza que merece ser buscada, y que nuestra historia, la suya, la mía, la de todos, con todos sus pedazos rotos, con todas las cicatrices, puede ser el puente hacia una versión más auténtica de nosotros mismos. No hay aprendizaje más bonito ni más necesario que este. Solo por eso, ya merece la pena hacerse con un ejemplar de Pedazos de mí.
En resumidas cuentas, esta obra, aun siendo una historia concreta y autobiográfica, trasciende el ámbito personal para convertirse en una epopeya existencial, al mostrar en toda su grandeza la capacidad humana de resistir, sanar y transformar el sufrimiento en un acto de creación.
Gracias, Mafer.