¿Qué hay de real en Crisálida, si es que hay algo? ¿Qué le llevo a escribir esta brillante novela?
Creo que en cualquier novela siempre hay parte de real. Siempre hay sucesos, personas o momentos que han influenciado al autor; aunque ni siquiera sea consciente de ello. Estos luego se plasman en el papel, sin querer queriendo, y configuran su obra. Por tanto, sí, Crisálida tiene parte de realidad: los lugares que han inspirado la novela, las personas que han inspirado a los personajes, las reflexiones de la protagonista. Considero que eso es parte de su magnetismo: que hay verdad en ello. Obviamente, es una novela, y como resultado, es ficción. Pero quería que, dentro de esa ficción, hubiera algo de mí; algo que la gente pudiera reconocer, comprender, compartir y empatizar.
No hay un hecho o suceso concreto que me llevará a escribir, simplemente empecé. Durante gran parte de mi vida había vislumbrado cada día una torre tal como la plasmé en Crisálida. Y siempre había imaginado historias y cuentos sobre ella. Un día lo empecé a escribir y poco a poco se fue transformando en la novela.
¿Por qué decidió construir la narración en primera persona?
Creo que para mí era importante que el lector se sumergiera en la mente de la protagonista. No únicamente que supiera lo que pensará; sino que también llegará a pensar como ella, comprenderla y seguir su mismo camino reflexivo. Se trata de que la obra no es únicamente una historia de amor o una historia de misterio; una historia sin más. Quería que se entendiera como un viaje, una transformación, un camino que lleva a la protagonista a cuestionarse, replantearse las cosas y preguntarse sobre sí misma. Y evocar, esas mismas preguntas hacia el lector.
Aunque se trata de una obra en la que los espacios son protagonistas, especialmente la Torre Lleget, destaca por la extraordinaria caracterización de los personajes, en especial la omnipresente protagonista, Aliah. ¿Cómo los construyó? ¿Cuál es su favorito?
No creo que exista una manera concreta de construir a un personaje. En cierta manera, creo que Aliah y el resto se han ido construyendo a lo largo de la obra. A veces, he tenido la sensación de que se han construido sin que lo hiciera yo, como si fueran personajes independientes a mí cómo escritora. Sorprendiéndome tras cada nueva situación. Si bien es cierto que desde el primer momento quería que Aliah fuera una persona reflexiva, capaz de cuestionarse y cuestionar su entorno. Quería que los personajes fueran cambiantes, fueran capaces de equivocarse, tuvieran un pensamiento propio. Y eso requiere de mucho esfuerzo de cuestionarte a ti mismo, tu propio pensamiento y ser capaz de no copiarte; de no caer en la absurda manera de plasmar lo que tú piensas. A la vez que construyes a un personaje, también lo deconstruyes; y, paralelamente, contigo como escritor pasa lo mismo.
No tengo un personaje favorito en sí. Pero, si además de Aliah, tuviera que quedarme con uno de ellos, sin duda sería Tomás. Es un personaje complejo, con muchas capas, emociones y sentimientos. Para mí ha sido un personaje increíblemente difícil de crear, de describir, de ponerme en su lugar. Le tengo una admiración personal e indescriptible. Creo que es un personaje que sorprende al lector y es muy magnético.
Además, la narración de la protagonista sirve de vehículo para un buen número de reflexiones sobre temas diversos, ¿verdad?
Sí, sin lugar a dudas, igual que en la vida misma. Son múltiples los temas que nos interpelan como persona. Es decir, somos esencialmente reflexión. Crisálida, habla sobre el amor, la traición, los sueños, la frustración, la necesidad de autoaceptación, la autoestima, la maldad, la familia, los amigos, la diversión, la libertad, la felicidad, la tristeza, la clase social, la represión. Claro que trata muchos temas, porque en la vida nos ocurren muchas cosas, nos suceden muchos pensamientos. Aliah es joven, se está construyendo, está aprendiendo, y reflexiona. A diferencia de hoy en día, de lo que muchos no hacemos, ella se toma su tiempo para preguntarse por lo que le sucede o lo que piensa. Se toma ese instante de autorreflexión que tanta falta nos hace.
¿Cómo recomendaría Crisálida a sus potenciales lectores?
Les recomendaría que cogieran el libro sin más, únicamente por el placer de leer. Y que, luego, dejarán que su historia la atrapara. Crisálida es una historia de transformación, de reflexión; pero, no deja de ser esencialmente una novela romántica con una subtrama de misterio, así que su lectura es ligera y apetecible.
Creo que Crisálida tiene algo especial, y es que es una historia que engancha tanto a la gente de veinte años como a los de ochenta, algo que para mí era muy importante. Quería que fuera atemporal, y los sentimientos lo más fundamental. Utilizando una expresión del libro, creo que Crisálida es uno de esos «rincones de la felicidad» un lugar en el que, cuando te sumerges, eres capaz de olvidar el tiempo y dejarte llevar.
¿En qué género clasificaría su novela? ¿Se atrevería con otro género literario?
Sin duda, Crisálida es una novela romántica, con algunas pinceladas de misterio y ficción. Aunque creo que es complejo definirla con una sola etiqueta. Me han dicho que es una obra trágica, feliz, erótica. Supongo que su indefinición es lo que la hace tan especial, no es un género en concreto, sino que es un conjunto de todos ellos.
Me gustaría atreverme con otros géneros literarios, es un proyecto que tengo pendiente. Me gustaría escribir ensayo filosófico, también fábulas o novelas didácticas. Considero que me quedan muchos terrenos que explorar y experimentar.
¿Algún proyecto en ciernes?
Por suerte, sí. Para quien haya leído la novela, sabrá que hay muchos temas que quedan abiertos en esta primera entrega, así que sí, ya estoy finalizando la segunda parte. Creo que, como su antecesora, será una novela con variedad de temas y que abordará de nuevo temas un poco más espinosos y maduros.
A la vez, sigo trabajando en mi blog de escritura Ni totalidad, ni infinito, donde he empezado un reto de escritura cooperativa. Hoy en día, mediante las redes sociales, es sencillo crear comunidad. Así que, gracias al blog y a mis seguidores, he generado un relato bisemanal que estamos creando entre todos. Es una manera de trabajar nuevos recursos creativos y conectar con mi comunidad. El relato se titula La comunidad y llevamos un par de entregas.
¿Cuáles son tus principales influencias literarias, filosóficas y artísticas?
Variedad. No tengo influencias claras. Por lo que respecta a literatura, leo cualquier cosa. Pero, sin duda, tengo obras que me han influenciado muchísimo a lo largo de mi vida. Querría destacar a J. K. Rowling, Cassandra Clare, Diana Wynne Jones, Virginia Woolf, Carlos Ruiz Zafón, Steig Larsson y muchos otros autores y autoras. No sabría definir, aunque tengo una especial predilección por Carlos Ruiz Zafón, creo que es uno de los escritores que más ha marcado mi vida. Desde que leí su primera novela quise hacer lo que él hacía, crear un aura sobre sus novelas imposible de olvidar.
Por otro lado, soy una apasionada de la filosofía, de ahí nació la idea de mi blog: Ni totalidad, ni infinito. Empecé muy joven estudiando y leyendo a Séneca, y me di cuenta de que la filosofía podía llegar a ser un consuelo. Tuve la suerte de poder estudiar en mi carrera sobre la pedagogía de la finitud y tener como profesor a uno de los mejores. Tanto sus conversaciones como sus recomendaciones literarias y sus explicaciones, me hicieron entender que no podíamos vivir ajenos a la filosofía. Me encanta leer a Séneca, Epicuro, Marco Aurelio, Boecio, Santo Tomás de Aquino, Montaigne, David Hume, John Stuart Mill, Lévinas, entre muchos otros. No imagino una vida sin filosofía.
Finalmente, también me ha gustado mucho siempre el arte y la historia del arte. Me gustaría aprovechar este espacio para dar a conocer a algunas artistas femeninas que parece ser que el mundo del arte ha olvidado, pero que son de mis favoritas. Angelica Kauffman, Elisabetta Sirani, Elisabeth Vigée-Le Brun, Lluïsa Vidal y Remedios Varo.
¿Ha recibido ya algún feedback de los primeros lectores?
La verdad es que sí, y estoy muy contenta. Cómo he dicho, una de las cosas que más me ha sorprendido es que Crisálida esté teniendo tanto éxito entre las personas de edad avanzada, algo que, para mí, era muy importante. Quería que la novela fuera transgeneracional, y tuviera un mensaje valioso y significativo para cualquier lector, independientemente de la edad. Me enorgullece ver que he conseguido cumplir ese objetivo, y que cualquier lector se emociona y comprenda a la protagonista. Pero, que también se la cuestione y le busque defectos. Sin duda, el feedback está siendo muy positivo y me está ayudando a crecer mucho.
¿Quién es?
Ainhoa Jiménez Carmona nació en Cardedeu (1996), un pequeño pueblo cerca de Barcelona. Vivió toda su infancia rodeada de libros y con solo doce años decidió que quería ser escritora. Devoradora incansable de todo tipo de lectura, se enamora de esta profesión con el libro El juego del Ángel de Carlos Ruiz Zafón. Sin embargo, por azar del destino, estudió educación social y trabajó en distintos proyectos sobre la pedagogía de la finitud y el duelo infinito. Pero nunca aparcó su sueño de escribir y decidió hacerlo para sí y para quien quisiera leerla. Autora de un blog de filosofía: Ni totalidad, ni infinito; y colaboradora en algunas revistas digitales. En 2018, decide emprender el difícil rumbo de escribir una novela. Crisálida comienza como una ilusión y acaba siendo años de trabajo, para que la historia de sus personajes llegue hasta lo que es hoy.