En cierta ocasión, Julio Cortázar, uno de los grandes maestros de este noble arte de hilvanar letras, personajes y tramas, dijo, o escribió, lo siguiente: «Una novela no me dará jamás la idea de una esfera; me puede dar la idea de un poliedro, de una enorme estructura». Evidentemente, ni siempre es así ni tiene por qué serlo, pero las grandes novelas, con alguna excepción que confirma la regla, se acogen a este definición algo estructuralista. En especial, esto sucede con las obras corales, repletas de tramas y personajes, que vienen a desarrollarse ante el lector como una especie de puzle cuya imagen final solo terminar de aprehenderse cuando está completo. La novela que nos ocupa, 4 estaciones y media, la monumental epopeya contemporánea de la autora Laura Blasco, publicada recientemente por Editorial Círculo Rojo, viene a ser un ejemplo perfecto y casi paradigmático.
En primer lugar, hay que dejar claro que la novela está estructurada en cuatro grandes partes, que, como el propio título indica, se corresponden con las cuatro estaciones: primavera/esperanza, verano/falsas apariencias, otoño/pérdida e invierno/ausencia; a las que hay que sumar una breve coda final.
Todo se desarrolla en West Virginia, en la ciudad de Charles Town. Allí viven las hermanas Amarna y Arizona, protagonistas principales de esta trama. Amarna es sorda y Arizona tiene un tipo de leucemia. Viven con su abuelo, Roman Barnes, y con su padre, Kellan, aunque este viaja la mayor parte del tiempo por trabajo. En torno a sus vidas, la autora crea una extensa red de personajes que interrelacionan con ellas y entre sí: Brett e Idaly, y sus padres, Ludwig, músico profesional, y Elora, su esposa, con una terrible adicción al alcohol; Kurt y Ha-neul, vecinos de Amarna y Arizona; Zac Cooper, policía amigo de la familia; el interesante y rebelde Daylon Lane, novio de Idaly, amigo de Amarna y relacionado con asuntos turbios…
A lo largo de los cuatro bloques de la novela se van desarrollando las diferentes tramas, con la curiosidad de que en cada uno de ellos cobra protagonismo un grupo de personajes.
No es mi intención desvelar nada de las múltiples pero conectadas tramas de 4 estaciones y media, pero les puedo asegurar que encontrarán un poco de todo: amor, melodrama, intriga, crímenes, acción… Si quieren saber más, tendrán que hacerse con un ejemplar. No se arrepentirán.
Desde una perspectiva puramente formal, en primer lugar, hay que destacar la habilidad y el talento que desarrolla Laura Blasco la hora de construir los personajes que pululan por las diversas tramas. No solo son ricos, complejos y con muchas aristas, y nada maniqueos ni arquetípicos, sino que en muchos casos cuentan con sus propia historia personal, evidencian conflictos y contradicciones y evolucionan conforme se van desarrollando las acciones y los acontecimientos. Al margen de las jóvenes protagonistas, he de reconocer que me han gustado especialmente Dave, el amigo de los porcentajes y los datos, y Daylon… pero no puedo decir por qué…
Otro aspecto interesante es la descripción de los espacios donde se desarrollan las tramas. Estos están descritos con un extraordinario grado de detalle, y, dado que en gran parte son lugares reales, queda claro el ingente trabajo de documentación e investigación que ha tenido que desarrollar la autora para construirlos y describirlos desde una perspectiva muy realista —esto se evidencia en otros aspectos de la novela, por ejemplo, en las comidas o en algunos rasgos idiosincráticos de los personajes.
Además, Blasco muestra un especial interés por ofrecer datos históricos y contextualizar a la perfección tanto los escenarios de la novela como los seres que la habitan. Todo esto, sin duda, contribuye a crear una atmósfera inmersiva que, a su vez, favorece y propicia que el lector empatice y viva en sus carnes lo que va leyendo. Esto puede parecer fácil, pero ni mucho menos lo es. Por otro lado, la obra está repleta de pequeñas curiosidades y anécdotas históricas y culturales —y mitológicas— que contribuyen a redondear la experiencia.
Por si fuera poco, cuenta con la interesante y original novedad de incluir una lista de canciones a la que se puede acceder mediante un código QR; además, durante la trama se marcan algunas canciones, justo en el momento oportuno para escucharlas.
Por último, comentar que la obra ofrece de manera más o menos explícita un buen número de reflexiones, en boca de sus personajes, o no, sobre temas muy diversos, como las diversas y siempre interesantes problemáticas adolescentes, la vida de las personas con discapacidad, la melancolía y la nostalgia, y el paso del tiempo, lo complicada que es la vida de los adultos, el choque generacional, las adicciones, la delincuencia juvenil, la corrupción… entre otros muchos.
En resumidas cuentas, una obra magistral, compleja, extensa pero dinámica, emocionante y profundamente humana. No se la pierdan. Es toda una experiencia.