«A ti, mi querida poesía». Así arranca esta obra, Antología de tu cuerpo, Morfeo,
escrita desde lo más profundo de su alma por Marejada y recientemente publicada por
Editorial Círculo Rojo. «A ti, mi querida poesía», toda una declaración de intenciones.
Difícil describir qué es este libro. ¿Poesía deconstruida de primer nivel que, atrevida,
deja de ser poesía para convertirse en prosa? ¿Prosa reconstruida que, osada, renace
reconvertida en verso emocionado? Da igual. Es lo que es. Un canto a las letras y a la
vida.
Por estas páginas desfila una larga procesión de alter egos poéticos de Marejada, un
sinfín de personajes que son tan ella misma como podamos llegar a creer, como ella
misma explica en la introducción, cuando nos deja claro que, dada la imposibilidad de
conocernos a nosotros, lectores, nos va a contar un poco quién es ella. Ella está
compuesta de muchos: está compuesta por los que, a lo Gregorio Samsa, un día, de
pronto, casi sin venir a cuento, toman conciencia de que son las piezas defectuosas del
puzle, de que no encajan; por los simples conocidos mundanos, los que son demasiado
buenos para la vida moderna, los que lloran flores de verano, los que duermen con el
alcohol aún vigente, los que sufren por las injustas injusticias de un mundo injusto, los
que no quieren recordar cuando despierten, los enamorados de la luna, hastiados de no
encontrar, o de perder, el amor terrenal, siempre tan esquivo, siempre tan crudo como la
cruda realidad, siempre tan extraño como extraños son los amados que tienen la fortuna
de amar… los amantes que aunque ya no sean correspondidos, siguen amando.
Espacio
Marejada nos habla del dolor y de la náusea, del esfuerzo que hay hacer para poder
levantarse o querer sonreír en un mundo que se empeña en hacernos la zancadilla, de los
enfermizamente sanos, del desorden que sale del armario, de las carcajadas y sollozos
que componen nuestra música, de las guerras que perdimos, o ganamos, sin participar;
de lo invisibles que somos en un mundo de invisibles; pero también del sufrir como
acicate, del sufrir como pellizco que nos ayuda a sentir, que al menos, estamos vivos.
Espacio
Amores despedazados, manos que tocan el pasado, una diosa llamada pueblo,
recuerdos pasajeros arrugados, auroras boreales íntimas, casas sin pomos ni ventanas,
mentes comúnmente asquerosas, títeres de la rabia, dulces vasos de tubo, candados en
los labios, precipicios dulcemente entrópicos, miradas republicanas, recuerdos de voces
perdidas, risas tragicómicas, margaritas viajeras ensangrentadas de rabia, observatorios
astronómicos de asfalto, cafés de madrugada, musas escurridizas, la aceptación y la
monotonía.
Marejada, quien quiera que sea, nos enseña su alma, sus lágrimas, y en un generoso y
altruista acto de empatía, y de grandeza literaria, nos enseña a encontrar y a mostrar
nuestras almas. Esa es la clave: conocer el sentir propio mediante el sentir ajeno, lo que
verdaderamente somos y sentimos. Aprender que todos tenemos las mismas preguntas y
que todos ansiamos las mismas respuestas. Entender y asumir que la vida es un drama, y
que encima es corta, pero que no nos queda otra que vivir. Y que aunque el tiempo es
breve, y la distancia es mucha, son legión los que luchan, día a día, por bailar bajo la
lluvia. Aunque no tengan ganas.
En definitiva, una extensa antología de versos, besos y cicatrices que hará las delicias
de todo aquel que se atreva a sumergirse en sus aguas, siempre reconfortantes y
luminosas, y poéticas, muy poéticas…
«Solo soy de papel / y con él va toda mi rabia».