Este libro, Aprendiendo a vivir, cómo crear vitalidad y juventud, una sensacional obra de crecimiento personal recientemente publicada por Editorial Círculo Rojo, es una invitación a redescubrir la vida, la vida que vivíamos cuando éramos niños, cuando no nos agobiábamos por el mañana, ni por el presente, la vida que perdimos cuando empezamos a pensar más allá del próximo fin de semana. Pero también es una guía de viaje hacia nosotros mismos. Sí, esto puede resultar manido para los hiperactivos habitantes de este mundo esquizofrénico actual que creen saberlo todo y que se nutren a base de feedback digital y palmaditas de hipocresía. Pero es que eso de descubrir quiénes somos para ser más plenos y sabios ha sido el gran consejo que, desde la más remota antigüedad, nos han propuesto los sabios. Sócrates comenzó a filosofar tras leer en el mítico templo de Apolo en Delfos, donde se encontraba el famoso oráculo, una inscripción que decía: «Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a sus dioses».
Por cierto, está escrito por dos personas, dos mentes que han preferido mantenerse en el anonimato para que los lectores se centren en las ideas que proponen y las hagan suyas. Genial ejercicio de humildad en un mundo como este, el mundo de los escritores y los pensadores, donde los egos y la vanidad están a la luz del día.
Quizás tengamos claro qué es la muerte, pero, ¿qué es la vida? Y no se refieren al sentido biológico, sino a la vida entendida como sentido. ¿Tiene sentido la vida? La eterna pregunta que se llevan haciendo los filósofos miles de años. Solo tenemos claro que somos. «El ser implica vivir». De ahí que partan de que solo ahondando en el Ser se puede llegar a encontrar un sentido a la vida. Ardua tarea. Quizás ese esquivo Ser tenga relación con algo, también bastante esquivo, pero que todos podemos captar de forma bastante intuitiva: la energía vital, la vitalidad. Así, los autores de este libro plantean que quizás sea ese el camino: captar esa energía para aprehender el ser y encontrar el sentido, y para generar unas condiciones óptimas de vitalidad, algo que, por otro lado, nos permitiría vivir mejor y más tiempo.
Un primer paso, esencial, consiste en mejorar nuestro autonocimiento, tomar conciencia de lo que somos, de nuestro ser real, y expandirnos, gracias al conocimiento, a la gnosis de la que hablaban los antiguos sabios. ¿Cómo conseguir este objetivo? Caminando. Ya lo dijo el poeta: «Se hace camino al andar, al andar se hace camino, y, al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar». De eso se trata, de hacer camino para cumplir el objetivo. Pero el camino hacia nosotros mismos no es fácil. Está lleno de contradicciones y conflictos internos que también dicen mucho sobre lo que somos. Por otro lado, es posible que al buscarnos nos encontremos con alguien que no sea como pensamos que somos. Esto, todo lo que nos ocultamos a nosotros mismos, supone una enorme pérdida de energía vital. Así pues, tenemos que liberarnos de las cadenas que nosotros mismos nos hemos puesto y quitar la venda de los ojos del corazón para que este pueda ver la verdad. Es un trabajo interior de autoconocimiento y autoliberación.
Además, tenemos que entender que nuestro camino en construcción y en dirección hacia esa meta —que no es otra que el propio camino— se cruza con otros caminos. De ahí una norma incuestionable: el respeto hacia el otro, hacia aquel, hacia ellos, hacia los otros buscadores de la verdad. Ver, conocer, al otro es muy importante, sobre todo en todo aquello que nos pueda afectar de algún modo, y tiene una gran importancia para nuestra vitalidad. La mejor forma de identificar lo tóxico o lo positivo en los demás es hacerlo primero en nosotros.
Por otro lado, también es importante afrontar el conocimiento sobre qué es la vida y qué es la muerte. ¿Por qué? Por la angustia existencial que produce pensar que algún día, quizás mañana, moriremos. Esto nos impide vivir plenamente y hace que muchos se limiten a sobrevivir. Ahora bien, ¿qué es vivir plenamente? Difícil respuesta. Casi más difícil que responder a esta otra e indispensable cuestión: ¿qué es la muerte? Siempre, según especifican estos autores, la hemos entendido como algo inevitable, aunque, a la vez, muchos, desde perspectivas religiosas, consideran que hay algo después, que pasamos a mejor vida. En este punto, los autores de Aprendiendo a vivir, plantean algo realmente interesante y novedoso: «Creo que podemos “repararnos y regenerarnos”, y mantenernos “jóvenes indeterminadamente” (que no eternamente, o sí, ya que en realidad no se sabe), y creo que se puede averiguar sabiendo más sobre nuestro cuerpo y energía vital y conociendo en más profundidad la mente y su interacción con el cuerpo». Si quieren saber más sobre esto, ya saben, lean el libro.
Por supuesto, en esta obra se exponen muchas más ideas que funcionan como motores vitales y ayudan a mantener esa energía vital que nos permite vivir más y mejor. Por ejemplo, la curiosidad por el conocimiento, que, de alguna manera, rejuvenece, quizás porque mantiene el cerebro activo, y con ello a la persona; una personalidad vital, optimista y alegre; el control y el conocimiento de las emociones, especialmente las negativas, las que nos llevan al sufrimiento y la frustración, pero potenciando siempre las positivas; la correcta gestión de los cambios y el devenir vital, o de todo lo relacionado con los trabajos que desarrollamos.
Y hasta aquí puedo leer. Nos le voy a desvelar qué consejos nos ofrecen; para eso tendrán que leer el libro, pero sí les puedo asegurar que si todos hiciésemos caso a estas sencillas ideas, y practicásemos los interesantes y numerosos ejercicios que nos proponen, la vida nos iría de otra manera y seríamos más felices y plenos.
Pero este libro es mucho más, muchísimo más. Es una apología de la vida y de la verdad; hay que estar atento a las oportunidades que el Universo nos brinda. Llegan todos los días y a todos por igual, y hay que ir a por ellas, sin miedo, sin temblar, sin dudar, con la firme convicción de que «la vida es una celebración permanente» si andamos despiertos y atentos. Y no, no es un libro de autoayuda, aunque proporcione, o pretenda proporcionar, herramientas que nos ayuden a ayudarnos a nosotros mismos. Puede resultar paradójico, pero es así. No se trata de seguir un manual. No está escrita la receta. Se trata, en pocas palabras, de darse cuenta de qué somos.