En cierta ocasión, Charlotte Brontë, autora de Jane Eyre, dijo: «escribo porque no puedo evitarlo». O quizás lo escribió. Sí, seguramente lo escribió. No sé con qué intención lo hizo, pero siempre me ha gustado pensar que era el reflejo de una pulsión. «Escribo porque tengo que hacerlo»… «Escribo porque es lo que sé hacer». Quizás quería decir esto.
Sea como fuere, después de leer, y de releer, Crónicas de la ría: los relatos del tío Daniel, me he acordado de aquella frase de la Brontë. Y creo, o quiero creer, que su autor, Reka Refojos, escribe porque no puede evitarlo, porque le sale de adentro, porque tiene que hacerlo, porque es lo que sabe hacer.
Le sale de adentro. Eso es lo primero que el lector percibe tras adentrarse en las aguas inquietas de esta recopilación de cuentos, Mis cuentos, recientemente publicada por la editorial Círculo Rojo, que más bien parecen pequeños bocados de realidad, pequeños bocados de la realidad de su autora, Pilar Prieto Miranda de Madariaga, disfrazados de pequeñas historias de fantasía para niños.
Pero no se trata de fantasías vanales sin más. Todos y cada uno de estos cuentos tienen un mensaje de tremenda utilidad para nuestros pequeños humanos en formación.
Con El bosque del rey Osanko, por ejemplo, plantea una bella reflexión sobre la importancia que tiene que los que mandan, los estados, aseguren una forma de buscarse la vida a la gente, en vez de mantenerles con ayudas; y establece una genial y bella metáfora, perfectamente comprensible por los niños, sobre cómo debe ser un buen Gobierno, y, sobre todo, como deben ser unos buenos ciudadanos.
Un milagro en Siberia es un precioso cuento sobre la Navidad y la importancia de reunirnos con nuestros seres queridos. La ciudad feliz es un bello relato que habla de lo importante que es empatizar con los demás, luchar por la paz y terminar de una vez por todas con los que nos separa y nos enfrenta, o con los que nos separan y nos enfrentan.
Pero hay más: Las cagarrutas de oro, una deliciosa historia sobre el egoísmo y la insolidaridad de algunos, y sobre la esperanza, que siempre debe mantenerse, ya que el día menos pensado puede aparecer nuestra hada madrina… Andrés, el sacristán; un perturbador relato sobre las consecuencias que tiene rebelarse ante el dictado del destino… o de la virgen… Fausto y su hijo Mux, una brillante y deliciosa metáfora sobre lo importante que es ser bueno, generoso y empático, y sobre la justicia que tarde o temprano acaba llegando a las personas que lo son. Chics, el gusanito valiente; otra preciosa historia que trata sobre lo importante que es amar, cuidar y respetar a la naturaleza. Si lo hacemos, ello nos lo agradecerá como siempre ha hecho. Y nos ayudará a evolucionar y a transformarnos en bellas mariposas… La joya más preciada, la curiosa historia de Joana, la niña más alegre de Toledo, hasta que un día perdió la alegría y comenzó a llorar y a llorar, y a llorar… Hasta que dejó de llorar cuando encontró un motivo para dejar de hacerlo. El sueño de Yiyo y su amapola, que nos habla de Yiyo, un niño que siempre estaba en las nubes de la imaginación, de las que traía historias para contar a sus amigos, y que un día, tras un inquietante y lisérgico sueño, tomo conciencia de lo importante que es pensar en los demás y ayudar al necesitado. Solo así, empatizando y respetando al otro, sabremos vivir de verdad la vida. El pucherito mágico, otro precioso cuento sobre la importancia de compartir con los demás y de llevarse bien con el otro, con los otros, con nosotros mismos. Pedro, el No Me Acuerdo; una extraordinaria metáfora sobre lo importante que puede ser cualquiera, incluso aquel que podemos considerar como tonto, en determinadas circunstancias. Piel de cordero, un educativo cuento que versa sobre algo de lo que vienen hablando los maestros de ética desde la más remota antigüedad: «No hay que pretender convertir al lobo en cordero, pues, tarde o temprano, saltará nuevamente su instinto animal». El hechizo, otra genial narración que gira en torno a lo importante que es liberarse del orgullo, curarse en humildad y hacer caso a todo aquel que nos puede guiar para proceder correctamente en la vida. El yoyó de Juan, la historia de un niño en cuyo nacimiento falleció su madre, provocando la ira de su padre, que desde entonces se ausentó de casa… Hasta que un día regresó y le regaló un yoyó… que terminaría salvándole la vida. O María, Sandra y sus nubes, el cuento con el que termina esta antología, otra brillante metáfora sobre lo importante que es vivir con los pies en el suelo, aunque de vez en cuando uno pueda dejarse llevar y viajar en las nubes de la imaginación.
Se trata, en resumidas cuentas, de una propuesta sensacional. Además, Pilar Prieto Miranda de Madariaga consigue con esta obra, Mis cuentos, algo muy difícil: te quedas con ganas de más. Alguien dijo alguna vez que una buena película es aquella que no quieres que termine, cuando se ve por primera vez, y que esperas que termine de otra manera cuando se vuelve a ver. Eso pasa con casi todos los relatos de esta brillante antología. Tienen vida propia. Tantos los relatos como los vivos personajes que por ellos deambulan. Quieres saber más y en algunos casos hasta da rabia que no sea así, y te acuerdas de la autora y le reprochas, en silencio —o no—, que no se haya extendido un poco más…