No se trata de una novela negra, aunque deambula en determinados momentos por esos interesantes caminos; ni de una distopía futurista, aunque esté ambientada en un futuro cercano tan inquietante como posible en potencia; ni se trata de una obra de crítica social, aunque contenga más de un alegato sobre algunas de nuestras actuales problemáticas y alguna trama relacionada con algunos aspectos turbios no solucionados de nuestra sociedad. O quizá sea una curiosa conjunción de esas tres posibilidades. En cualquier caso, Sabrás que fue ayer, la excelente novela del escritor Ernesto Arróniz Gálvez, publicada recientemente por Editorial Círculo Rojo, se puede definir perfectamente como una novela policíaca con elementos futuristas y un potente contenido social —o sociológico, como prefieran llamarlo.
Enrique Pardo, «Quique». 60 años. Con una vida tranquila y normal, tras dedicarse durante décadas al mundo de la asesoría para empresas, ve tambalear su vida un mal día —o no— del año 2029, cuando un día, en 2029, en una España cambiada como consecuencia, en parte, de la pandemia de 2020, recibe una invitación para trabajar unos meses en Madrid, ciudad en la que vivió durante mucho tiempo y con la guarda una especial relación emocional. Allí, en Madrid, entra en acción Idoia, alguien a quien conoció muchos años antes, prima de una antigua pareja suya, Isabel, a la que dejó por no comprometerse… Pues bien, Idoia le cuenta que Isabel lleva dos semanas desaparecida, desaparición que guarda relación con una oscura trama de tráfico de niños, y algo más… algo mucho más importante, algo que aparece del pasado y que rompe para siempre su futuro.
Como deben comprender, no puedo avanzar más sobre la trama para no desvelar demasiado. Si quieren saber más, lean el libro. No se arrepentirán. Solo decir que a partir de aquí se desarrollan varias subtramas, llenas de intriga y suspense, por las que deambularán varios personajes memorables —especialmente, Luis y el malvado de la obra, Felipe Amurrio— y algún que otro asesinato, y que se cerrarán —o no— en un final sorprendente.
Desde una perspectiva puramente formal, destaca la capacidad del autor para crear el necesario e imprescindible clímax, característica esencial de las novelas policíacas. Lo hace, como es habitual, dosificando la información y creando tramas paralelas. Además, la prosa de Ernesto Arróniz Gálvez brilla de manera especial en las descripciones de ambientes, consiguiendo transportar al lector a cada uno de los lugares en los que se desarrolla la acción del libro. Esto, unido a la impresionante caracterización de los personajes, tan ricos en matices y en detalles como los lugares que describe, provoca una experiencia inmersiva en el lector, algo que puede parecer fácil de hacer, pero que solo consiguen los maestros de la pluma. Por supuesto, también ayuda el lenguaje cercano y realista que imprime en los personajes, muy del día a día, que permite que el lector empatice con los actores de esta novela.
Interesante esa idea trasversal en la novela de que, de alguna manera, el tiempo es cíclico y que nuestra experiencia vital repite en numerosas ocasiones determinados patrones o nos trae de vuelta acontecimientos o historias del pasado, haciendo que nunca, por mucho que queramos, podamos librarnos de lo que fuimos, de lo que hicimos y de lo que nos hicieron. La narración del protagonista, construida en primera persona, oscila constantemente desde el presente en el que está ambientada la novela hacia el pasado, pero no en forma de flashback —aunque alguno hay—, sino mediante la intromisión de los constantes recuerdos de su pasado —entre otras cosas—, que funcionan como un perfecto contraste con el mundo tan cambiado de su presente. Así, gracias a esta continúa fluctuación, vamos conociendo poco a poco su historia y se va construyendo, como si de un colosal puzle se tratase, el personaje principal, Quique.
Al fin y al cabo, esta obra, Sabrás que fue ayer, además de una excelente narración de suspense, cuenta una historia clásica pero efectiva y muy bien construida de redescubrimiento de uno mismo. De ahí que también oscile continuamente entre estos dos polos: entre la acción y el misterio de los típicos thrillers y el relato intimista y emocional del viaje de reencuentro consigo mismo que realiza el protagonista.
Curiosa la mención a la actual pandemia y a lo que pasó después, desde ese futuro cercano en el que se desarrolla la acción de la novela: se ha convertido en práctica habitual que se realicen ataques de unos países a otros mediante virus… casi siempre por motivos económicos; la gente tiene miedo, la distancia de seguridad se ha instaurado como norma aceptada de convivencia y apenas se usa el transporte público. Además, las ciudades disponen de puntos de desinfección y de cabinas de emergencias para atender rápidamente algún posible caso de contagio… Y los cines, como tantas otras cosas, han desaparecido. ¿Será este nuestro futuro? Duele pensarlo, aunque Sabrás que fue ayer hace que, tristemente, veamos como posible esa realidad que quizás podremos vivir en unos años.
Como curiosa es la referencia a la tremenda polarización política endógena de este país nuestro, España, aunque lo hace desde un futuro cercano, pero también a la dictadura de la políticamente correcto, en la que el colectivo de ofendidos en general ha tomado el poder y ha creado la peor de las censuras: la autocensura.
«Al fin un líder que no solo dirige, sino que pretende rasparse las manos remando a la par», comenta en un momento determinado el protagonista de la novela en referencia a un líder político ficticio, un tal Alejandro Artal, con el que empatiza de forma especial. Cuánta falta hace alguien así… pero eso es otro tema.
En resumidas cuestas, Sabrás que fue ayer es una novela brillante, entretenido, rica en suspense y emociones y que conduce a un sinfín de reflexiones interesantes que guardan relación con algunas de las tramas de su poliédrica estructura. Más que recomendable