En cierta ocasión, Paul Auster, uno de los maestros más influyentes e interesantes de las letras contemporáneas, dijo: «Los escritores somos seres heridos. Por eso creamos otra realidad». O quizás lo escribió. Sí, seguramente lo escribió. No sé con qué intención lo hizo, pero siempre me ha gustado pensar que era el reflejo de una profunda actividad introspectiva. «Escribo porque tengo que hacerlo, porque solo así se cura la herida»… O quizás quería decir que escribía porque no tenía más remedio, porque es lo único que podía hacer para soportar su realidad: crear otra realidad.
En cualquier caso, tras leer, y releer, El jugador de almas y otros relatos de ciencia ficción, la sensacional obra del autor F. Esquivel, recientemente publicada por la Editorial Círculo Rojo, me he acordado de esto que escribió, o dijo, el bueno de Auster, porque creo que Esquivel, al igual que el de New Jersey, escribe porque no puede evitarlo, porque es lo que mejor sabe hacer.
Se trata de una breve antología compuesta por cinco relatos de diferente extensión y temática, aunque con varios puntos en común.
El jugador de almas, el relato con el que se abre el proyecto, está ambientado en la época de la conquista española de América, concretamente en tiempos del famoso Álvar Núñez Cabeza de Vaca, un conquistador jerezano que exploró la costa sur de Norteamérica. Los protagonistas son Diego de Utrera, amigo y compañero de Cabeza de Vaca, y Tacabuys («ojos de lobos»), un chamán navajo que sirve de guía al primero en una expedición por Nuevo México. El objetivo, Cíbola, una mítica ciudad de los antiguos anasazis, una cultura nativa que vivió en parte del Medio Oeste de los actuales Estados Unidos, en la que había enormes riquezas escondidas. O al menos eso pensaba el virrey Antonio de Mendoza, y por eso les ordenó que fuesen en su búsqueda.
Durante el viaje, el chamán le cuenta al conquistador la historia de aquellas gentes, y le habla de sus creencias, de Kokopelli, su dios principal, y de los kachinas, unas entidades malignas. Y de un personaje sobrenatural llamado «el jugador», responsable de la desaparición de los anasazi… Finalmente, llegan a la ciudad y… hasta ahí puedo leer.
El segundo relato se titula Pacto de eternidad y cuenta una historia intimista y profundamente humana protagonizada por un anciano que en el ocaso de su vida, rememorando y reflexionando sobre su existencia, y contrariado porque se siente abandonado por sus hijos, quizás porque no había sido un buen padre, decide hacer algo alucinante: consciente de que poco les iba a poder legar en herencia, y convencido de que «algo debe existir después de la muerte» y de que debía existir algún ser superior que «gobernase el universo infinito» y escuche «nuestras plegarias», se propuso hacer una lista de todos los dioses conocidos con el fin de pedirles una fuerte suma de dinero, vía lotería, para poder ayudar a sus hijos en el ocaso de su vida. Tras meses de arduo trabajo, una noche soñó con unos números y…
El tercer relato, Noticias de casa; la ficción es una realidad adelantada, cuenta la historia del señor N, un anciano que llevaba una vida rutinaria y solitaria, y que todos los días, a las 15:15, puntual, se iba al parque a darle de comer a las palomas y a disfrutar de las flores, el tiempo y el ruido de los niños jugando; hasta que un día alguien se sentó a su vera en un banco, alguien que sorprendentemente parecía saber cosas del señor N que nadie conocía y con el que entabla una conversación profundamente filosófica y existencial… muy relacionada con Nietzsche.
La espantosa resurrección de Lázaro, el cuarto relato, es una parodia de la tradicional historia evangélica, en la que Lázaro regresa de la tumba convertido en un horroroso y terrorífico zombi.
El quinto y último, El hombre que hablaba con los árboles, cuenta la bonita historia de un señor que un buen día se pone a hablar con un ciprés centenario que… le contesta. A partir de ahí entablan una preciosa charla sobre su relación con los humanos y el desprecio que muchos de ellos han demostrado hacia la naturaleza y hacia otros humanos; aunque también sobre el misterio de la existencia y otras eternas cuestiones sin responder.
Todos estos relatos guardan numerosos puntos en común. Por ejemplo, el desarrollo y la exposición, más o menos explícita, de reflexiones profundamente filosóficas sobre el sentido de la vida, la metafísica o la posible existencia de las divinidades; por otro lado, desde un punto de vista más antropológico y existencial, expone diferentes aspectos de esa generalización precipitada que llamamos «ser humano», desde sus grandes logros a sus más tristes miserias, desde su mundo interior siempre en lucha a la desazón que producen la soledad, el paso del tiempo, la infelicidad y la incomprensión del otro, de los otros.
Y aquí es donde regreso con el bueno de Paul Auster. F. Esquivel, el autor El jugador de almas y otros relatos de ciencia ficción, como buen escritor herido, muestra una sensibilidad extraordinaria, humana, demasiado humana (como diría también Nietzsche), al transmitir las sensaciones, las experiencias y los conflictos de los poliédricos personajes que por estos relatos deambulan; pero también una afilada capacidad reflexiva y analítica que aporta un valor añadido filosófico a las narraciones y que lleva al lector no solo a empatizar con los diversos protagonistas, sino a pensar y reflexionar sobre algunos de los temas que se ponen sobre la mesa. Una maravillosa conjunción entre emoción y razón que engrandece sobremanera la obra.
Alguien dijo alguna vez que una buena película es aquella que no quieres que termine cuando se ve por primera vez, y que esperas que termine de otra manera cuando se vuelve a ver. Eso pasa con casi todos los relatos de esta brillante antología. Tienen vida propia. Tantos los relatos como los vivos personajes que por ellos deambulan. Quieres saber más y en algunos casos hasta da rabia que no sea así, y te acuerdas del autor y le reprochas, en silencio —o no—, que no se haya extendido un poco más…
Más que recomendable.