«La poesía huye, a veces, de los libros para anidar extramuros, en la calle, en el silencio, en los sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura».
Sabias palabras de uno de los mejores poetas contemporáneos de esta España nuestra, don Joaquín Sabina, que además de cantautor, ha publicado numerosas antologías poéticas.
Y es que tanto Sabina, como Manuel Cobos Carranza; autor de esta extraordinaria, exquisita y monumental recopilación de poemas titulada “El poemario de Iesus; de la A a la Z”, publicada recientemente por la editorial Círculo Rojo, saben de lo que hablan y son plenamente conscientes de que la poesía es uno de los mecanismos más efectivos para purgar emociones complicadas, frustraciones y angustias vitales.
Manuel Cobos, como Sabina; construyen sus textos con los pies en el suelo o en el subsuelo, desde la profunda sabiduría que se consigue solo y únicamente con la experiencia vital, viviendo, sufriendo, superando, riendo, sintiendo y creciendo.
Y es que, como bien comenta el autor Manuel Cobos Carranza; en la introducción que escribió para su obra, tras descender al infierno de las drogas, y vencer a ese terrible demonio que destruye como pocos las almas humanas, renació cual ave fénix, se reencontró a sí mismo, tras un arduo proceso de búsqueda interior y de reconstrucción existencial, y canalizó sus tribulaciones mentales y emocionales en una creatividad desbordada que, entre otros caminos ; -como la música-, le llevó por la senda de la poesía y la reflexión filosófica.
Por un lado, en esta abundante colección de poemas -también incluye algunos textos breves en prosa-, desarrolla con una profundidad pasmosa pero cotidiana toda una proclama existencialista.
No en vano, el existencialismo, aunque suene a verdad de Perogrullo, era y es una apuesta por la toma de conciencia del individuo de lo que es su realidad más inmediata: su propia existencia.
Según Manuel Cobos, somos libres y por lo tanto, estamos condenados a ser responsables de lo que hacemos. No hay más, no hay esencia, a no ser que consideremos que esa esencia es esto, nuestra vida, nuestra herida… Y esa verdad, universal como pocas, sirve para unirnos en la desgracia, en la alegría y sobre todo, en el estupor ante un mundo que nos atrae tanto como nos aterroriza…
Del mismo modo que nos atrae y nos aterroriza ese demonio del que habla Manuel Cobos en uno de los poemas de este libro, ese monstruo que, en definitiva, somos nosotros mismos.
“Veo cobardes con sonrisas de sarcasmo.
El mismo demonio
va armado contra los vicios,
y yo llevo solo esta dirección.
Esta vida no dura
porque todo es luchar contra sí mismo.
Seres heridos, dañados, rotos, efímeros… pero contentos porque, al menos, sabemos lo que somos y podemos compartir con los demás lo único que tenemos: tiempo, miradas, sonrisas, lágrimas, quejidos y quebrantos” .
En otras palabras, poesía. Poesía herida, pero con esperanza, y no solo porque en el fondo hay que tenerla, sino porque, según expresa Manuel Cobos, al final «Dios es parte de nuestra salvación y de nuestro camino».
Y es que ese es otro de los aspectos más destacables de este precioso poemario: la profunda fe en Dios que el autor expone y defiende, garante de nuestro destino, guardián de nuestra felicidad y maestro, aunque a veces duela, de nuestra realidad vital.
“Ha amado a Dios
y él sostiene su mano,
para que no se extravíe
del camino que le ha trazado”.
Además, esta profunda y convincente fe; le lleva a exaltar el amor no solo como una de las principales virtudes que hay que defender como una trinchera, sino como el principal camino para hermanarnos de verdad con el otro, con los otros, con nuestros hermanos y hermanas humanos.
Y es que el amor es: el motor de la empatía, de la fraternidad, tan necesaria, y más en estos tiempos oscuros que vivimos; para que nazca de verdad un sentimiento llamado humanidad .
Y eso, la empatía; es otra de las constantes que recorren de forma transversal el poemario de Iesús:
dolor y felicidad, fé trascendental, amor, empatía…
Pero, Manuel Cobos enfatiza muchas otras cosas, canalizando mediante su poesía acertados y precisos aprendizajes.
Manuel Cobos, nos habla además:
_ del dolor de los recuerdos que ya no quieren seguir.
_ del pasado efímero que se fue para no volver.
_ de la alegría que brota de los pequeños momentos que solo sabemos apreciar cuando ya no están,
_ de las manecillas del reloj que avanzan convirtiéndose en nuestro principal enemigo.
_de la importancia de ser lo que uno realmente es.
_del consuelo que encontramos en lo más inesperado.
Pero, sobre todo; su poesía es un manantial del que extraer muchísimas ideas que, sin duda; los lectores podrán utilizar para potenciar sus vidas y crecer a nivel personal, humano y espiritual; así, además de una rica antología poética.
El poemario de Iesús funciona a la perfección como obra de autoayuda.
Claro, esto exige una lectura atenta, reflexionada y calmada por parte del lector. Lógico, por otra parte.
“Todo por el miedo
y todo por el medio
de que mi miedo
se quede dentro
y no pueda corregir
el no tener miedo a los miedos.
Nunca se acaba de aprender a vivir,
no creo que tenga nada que contar,
pero puedes contar con esto:
tu vida empieza aquí”.
Concluyendo:
- Una obra tan rica como personal e intransferible.
- Tan dolorosa como febrilmente alegre
- Tan poética como filosófica y
- Tan humana como divina.
Estoy convencido de que les encantará a los amantes de la buena poesía, pero también a los que buscan ayuda y consejo para su nausea vital en las páginas de los libros.
Absolutamente recomendable.