Con los libros pasa como con el vino. Un lector entrenado —y solo es posible entrenarse leyendo, leyendo y leyendo— detecta en pocas páginas cuando una obra brilla, al igual que sucede con un adiestrado catador de vinos cuando se enfrenta a un buen caldo. Pero también sucede algo curioso. Muchos, como le pasa por ejemplo a quien escribe estas líneas, no tenemos un paladar educado ni sabemos detectar las sutilezas, pero, cuando catamos un buen vino, sabemos que lo es. No me pregunten por qué. Lo mismo pasa con un buen libro. Se nota. Se siente. Se disfruta. Es una especie magia, una conexión extraña que emana de las páginas del libro y que une inexorablemente al lector, entrenado o no, con la historia que se está contando, que se está viviendo, que se está leyendo.
No exagero si digo que esto sucede con Morir dos veces, la extraordinaria novela del autor Fernando Gómez Toledo, recientemente publicada por la editorial Círculo Rojo. Sería muy largo explicar los motivos, y me vería obligado, inexorablemente, a hacer spoilers para que se me entendiese bien. Pero creo que con unas cuantas pinceladas se podrá entender.
La trama comienza con el asesinato de Carlos Lantigua, un funcionario de la Ciudad de la Justicia de Valencia, de 66 años, al que encuentran muerto en su domicilio de un disparo en el corazón. La policía, con el inspector Ignacio Molero a la cabeza, no encuentra la más mínima pista ni ningún testigo que pueda aportar algo de información sobre el asesino. Nosotros, los lectores, en cambio, sí sabemos desde muy pronto quién es: Joaquín Gallego, un ingeniero industrial de 68 años que tenía una deuda pendiente con el finado por motivos que no puedo desvelar. Este había planificado tan bien el crimen que consigue despistar por completo a la policía, incapaz de averiguar nada. Además, la víctima era una persona muy turbia y había muchos posibles interesados en hacer justicia.
Pero, de pronto, cuando llevamos más de la mitad de la novela, todo cambia por completo cuando se rompe lo que en el argot cinematográfico o teatral se conoce como la cuarta pared: el autor entra en escena y rompe por completo la narración, y la mente del lector, atónito ante el desarrollo de los acontecimientos… Y hasta aquí puedo leer. Si quieren saber más, tendrán que leer Morir dos veces. No se arrepentirán.
Por supuesto, en primer lugar, hay que destacar la estructura de la trama, compleja, ya que se alternan realidad y ficción de una manera sorprendente. Esto que les acabo de comentar lo evidencia. El autor termina convirtiéndose en un personaje, lo que, como imaginarán, tiene consecuencias impredecibles en la trama de ficción. Además, este genial giro narrativo consigue algo que es esencial en una buena novela de suspense: revitalizar la intriga, aumentar el estrés, provocar al lector para que, sorprendido, tenga que entregarse a leer la obra para saber de una vez por todas qué está pasando realmente.
Brillante.
Esto de la cuarta pared, pese a que es un recurso bastante usado, siempre da mucho juego al escritor para romper y deconstruir las tramas, pero también suele gustar a los lectores o a los espectadores, que, de alguna manera, se integran más en la acción y viven una experiencia inmersiva. Pero hay que hacerlo bien, claro, y Fernando Gómez Toledo lo consigue con nota en esta novela.
Por otro lado, es una novela de personajes, perfectamente construidos, complejos, poliédricos, nada maniqueos, con un mundo interior amplio y desarrollado, y con una evolución propia dentro de la obra. Pero, además, el autor demuestra una gran maestría cuando los personajes de la ficción terminan siendo conocidos por los personajes «reales»… Ya me gustaría explicarles y desarrollar más esto.
Especial atención merece un elemento, característico de la buena novela negra, de las buenas novelas negras, que aquí brilla en todo su esplendor: nada es lo que parece. Las tramas de este género suelen incluir giros que rompen por completo la historia y que provocan que el lector quede descolocado. En Morir dos veces esto sucede varias veces y, además, nos conduce a un final tan sorprendente como inesperado y poco previsible. Lo soñado para una novela de este tipo.
Sin duda alguna, la novela negra sigue siendo uno de los géneros más leídos, aunque también continúa formando parte, junto a la ciencia ficción o la fantasía épica, de ese grupo de géneros criticados por los snobs intelectualoides, a los que, desde las alturas, tachan de obras «para todos los públicos» sin reconocerle la merecida calidad literaria. Afortunadamente, hace tiempo que esto comenzó a cambiar. Y lo ha hecho gracias a obras como esta, Morir dos veces.
En resumidas cuentas, una novela extraordinaria que hará las delicias de los aficionados a las buenas tramas, al género del suspense y a las historias con personajes complejos y nada maniqueos. Una pequeña joya… con un fascinante giro y una maravillosa estructura.