Brutal. Este libro es brutal. Y, como todas las grandes obras maestras de la literatura que han surgido en estos tiempos de la postverdad, no es para todos los públicos. Sí, esto puede sonar pedante. No quiero decir que sea una obra para una determinada élite intelectual, sino todo lo contrario. Es una obra para los que conocen la vida, la vida de verdad, la de ahí fuera, no para adictos a Coelho, instagramers aspirantes a poetas o vendedores de amor sintético. Es una obra difícil, compleja, poliédrica —siempre que puedo utilizo este adjetivo—, contundente, ácida, cínica, tremenda y provocadora. Una oda a la violencia verbal digna del mejor Tarantino —que ya es decir— o del grandísimo Chuck Palahniuk, maestro del nihilismo postmoderno. Una obra tan perturbadora como delirante, tan reflexiva como anarquista, tan irracional como visceral, tan prosa como poesía.
Así es la perturbadora y fantástica obra Estigmas de la sombra, que el autor sevillano Lucas Graciano del Pozo ha publicado recientemente con la Editorial Círculo Rojo.
Por momentos me recordó a la maravillosa obra maestra ciberpunk de Alex de la Iglesia Acción Mutante, en la que un grupo de mutantes espaciales, a bordo de una nave llamada Virgen del Carmen —no se puede ser más grande—, se vengan de los pijos y de los ricos a base de mala hostia, canciones de Massiel y rimas de Def Con Dos. Pero es mucho más. Muchísimo más…
Fumetas con crédito de mamá orgullosos de no consumir nada más duro, camisas de fuerza de Zara, chirimoyas echadas a perder por el granizo, fabricantes de condones defectuosos, sondas gástricas, abraza-árboles metidos a pirómanos, mariposas que cortan yugulares, juergas putiféricas de Semana Santa, voces que balbucen clemencia, gomas que abrazan los brazos, ectoplasmas de yonkis mugrientos, sintrom aderezado con Terry, Pijas conduciendo todoterrenos, cabezazos contra reflejos que reflejan lo que no somos, fifty-fifty de marrón y perico, príncipes azules caídos del cielo, «pinta de gitano con más mierda que un judío en Auschwitz», bufets de carne rancia, bocas temerosas de pedantería, tertulianos televisivos de todo a cien con la nariz rota por el exceso de azúcar, charcos linfáticos, amapolas en los descampados, negras camas empapadas de Sida, revistas porno con las páginas pegadas, hippies de la fábula moralina e imbéciles con manuales New Age, yorkshires descuartizados, hipocresía libertaria, farlopa a espuertas en los baños del Ritz, páncreas hemofílicos, venas trepanadas por chutas pestilentes, antipsicóticos para cenar, microperros cagones, cubitos para el vómito de los pacientes de quimio, choricillos al infierno y caballones de cocaína sobre la Oca loca de Gloria Fuertes.
Podría hablarles de lo formal, poniéndome pedante, y contarles que Lucas Graciano del Pozo cabalga entre géneros con la seguridad de un maestro, que juega con la prosa y la poesía y las disuelve en un totum revolutum tan delirante como perfectamente construido; podría destacar la habilídisima mezcla de vocabularios y de voces, o la vivida descripción de subtramas y personajes, o la capacidad que tiene, gracias a su maravillosa pluma, para producir en el espectador sentimientos que van desde el más absoluto desprecio por lo que lee al enamoramiento y, casi, al síndrome de Stendhal; podría gritar a los cuatro vientos que este poeta, tan loco como brillante, ha hecho suya aquella máxima que Chuck Palahniuk excretó en alguno de sus libros: «la inspiración necesita enfermedad, heridas y locura» —sí, quizás cansa mi reiterativa alusión a este señor que ordena letras, pero es que me recuerda tanto a este otro—. Podría darle mil argumentos para que lean esta obra, y no les estaría mintiendo, pero ni puedo ni debo. Allá ustedes.
Pero, y perdonen el bucle, no es una obra fácil. El lector que se adentre en Estigmas de la sombra debe saber a qué se atiene. El que avisa no es traidor.
«Él había nacido para realizar la mayor purga conocida en este jodido planeta… y nada podía detenerlo».
Dicho queda.
Más sobre el libro: https://editorialcirculorojo.com/estigmas-de-la-sombra/