A mis lectores
Es corriente que en la edición de un libro y en su contraportada se haga una miscelánea del autor y de su obra. Con mis achaques y mi edad provecta, no me encuentro en la mejor disposición de hacerlo, a más de que en el capítulo Vivencias ya se dice bastante sobre ello.
Por ello voy a «robar» al compañero Gabriel Astorga lo que escribiera un día que, yo pienso, tiene relación con esta actividad mía tan tardíamente puesta por obra. Él escribe:
«Fue el poeta cubano José Martí quien señaló que hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro».
Por supuesto, que no es una filosofía universal que deba aplicarse a todos los mortales, sin embargo, es un parámetro de lo que significa «trascender».
De nuestro paso por la tierra hablarán nuestras obras, nuestras acciones y nuestros ejemplos, de lo contrario, será como si nunca hubiéramos existido.
Trascender significa ir más allá de nosotros, pasar de «adentro» hacia «afuera», elevarnos por sobre la cotidianidad, atrevernos a dejar una huella.
La trascendencia no es un atributo de unos cuantos iluminados, está en el ADN de cada ser humano. Estoy seguro de que Vd., amigo lector, ha trascendido a su manera: yo planté muchos pinos color limón, retamas color mostaza, rosas rojas y cualquier planta o flor que nos provocara el deseo de verla crecer en mi jardín; he tenido dos hijas . . .
Me falta, como sabéis, el primer cometido, Dios lo quiso. Del segundo di buena cuenta a la sombra de mi padre, grandísimo plantador de árboles e hijos y, cuando ni yo mismo lo soñara, he escrito este libro.
A los que tengan la paciencia de leerlo, gracias.