Nací en Madrid, y en esta ciudad abierta a todos pasé los primeros 24 años de mi vida; después, estando embarazada de mi primera hija me trasladé a Mondragón, un pueblo industrial del País Vasco donde viví los siguientes 28 años, momento en que me trasladé a un pequeño pueblo de Burgos, en la Castilla profunda. Comencé a interesarme por la lectura desde mi juventud y mis padres me infundieron la pasión por la literatura y la poesía, algo que siempre les agradeceré. Cuando comencé a leer recuerdo que me fascinó Kafka y de este autor creo que lo he leído todo, desde El Castillo o La Metamorfosis hasta sus cartas de amor. Luego vino la poesía: Quevedo, Bécquer, Machado, Alberti, Lorca, Celaya, Ángel González, Galeano, Walt Whitman y sus Hojas de Hierba, Rilke y otros poetas de la literatura universal. Después vinieron Proust, Conrad, Malcolm Lowry… Recuerdo que durante una época me “enganché” con la novela policíaca y de espionaje. Posteriormente, mis lecturas se han centrado en autores contemporáneos nacionales e internacionales. Sin embargo, es cierto que nunca me han atraído los best seller y por ello no estoy al día en este tipo de autores, salvo algún escritor nacional como Zafón.
Cuando decidí escribir este breve relato autobiográfico sólo me movía la necesidad de plasmar sobre el papel ciertas experiencias de mi vida que me han marcado y que no quería cayeran en el desván de mi memoria, en el olvido. Sin embargo, según iban surgiendo las palabras, pensé que quizá mi historia pudiera servirle a aquellas personas que estaban viviendo una situación parecida a la mía. De esta forma surgió este pequeño texto, que podríamos considerar de autoayuda puesto que es ese precisamente el papel que puede jugar un relato como el mío. Primero porque me ha ayudado a entenderme y a expresar sentimientos y emociones que, de alguna manera, permanecían ocultos y, segundo, porque, tal vez, pueda servirle de reflexión y esperanza a gente que, como yo, está catalogada de “enferma mental”.