Ha sido función de este trabajo, de este texto, llamar la atención, precisamente, por la vertiginosa evolución de la Historia, la que avanza a velocidad exponencial, sin rumbo fijo, claro y determinado en razón con el Derecho, que avanza a una simple velocidad aritmética, a remolque de aquella, pretendiendo, como muchos pretendieron en diversas épocas de la Historia hacer un alto en el camino, en el dérek, para reflexionar sobre el futuro del Derecho y el ideal de Justicia pues, cuando perdemos la orientación para seguirlo, cuando está nublado y no podemos ver las estrellas («Ojo que mira gusano, se pierde el eclipse», dicen que dice un proverbio chino).
Cuando la desorientación preside nuestros pasos hay que volver a los clásicos, a los principios, a las raíces, a las semillas desde las que germinó el árbol cuyo fruto es nuestro actual Derecho, las que nos condujeron hasta donde hemos llegado en la actualidad y, si se precisa, regresar sobre lo andado y reemprender el camino más tarde, dar un paso atrás, para, luego, dar dos pasos hacia adelante o, sencillamente, abrir otra nueva senda, otro nuevo dérek, otro nuevo Derecho, más justo, más adecuado a las necesidades de los ciudadanos, sin olvidarnos nunca del Humanismo del valenciano Joan-Lluís Vives y del holandés Erasmo de Rotterdam.