La memoria y el tiempo tienen sus raíces en el pensamiento. En nuestra conciencia memorizamos, archivamos infinidad de teorías, conclusiones, creencias que intentan dar respuestas a lo que no comprendemos, el misterio, el milagro de la vida y a la muerte.
Memorizamos experiencias de agrado y desagrado, experiencias traumáticas, la educación con todos sus matices, sentimientos de culpa, miedos, sentimientos de no querernos, un sentimiento de poca valoración, en definitiva de no poder ser amados, el ser humano vive en constante conflicto consigo mismo, con su pensamiento y nuestra forma de vida es una contradicción, decimos que somos buenos y nos matamos los unos a los otros, ¿entonces ser violentos e insensibles qué es? Decimos somos solidarios, y millones de seres humanos mueren en la miseria. Somos cultos, poetas, músicos, sentimentalistas, sobre un charco de sangre, y sufrimiento. El hombre en su huida de lo que es, se vuelve más violento, más egoísta, más destructivo. Si me he vuelto insensible, violento con mis hijos, esposa, con mi entorno y me digo “voy a dejar de ser violento”, el mero hecho de buscar la no violencia, no va a resolver el problema. La búsqueda en el terreno psicológico, es un laberinto con entradas y salidas falsas. Si en el momento en que la violencia se abate sobre mí, y soy consciente, veo, observo mi reacción sin condenar, sin justificar, entonces puede que esa violencia en su observación, en ese darse cuenta, en el conocimiento de mí mismo, retroceda y no haga uso de ella. Observar el desorden es abrir la puerta al orden.