Los poemas de “Barrio de barro”, “El espectro de la memoria” y “El sendero donde crecen cipreses rojos” nos desvelan que somos acróbatas en un páramo mudo. Y que ese silencio es la hendidura que cincelan los ausentes. El poemario nos propone serpentear por la vereda del nosotros (presente) al yo (pasado) para confluir en el tú (futuro). La casa, el árbol y el camino. Nos cobija el árbol, no la casa. Y el camino engendra, como dijo el poeta colombiano Juan Pablo Roa, tres personas: el que parte, el que queda y el que va y viene por el recuerdo.
En el prólogo, Ana Belén Martín Vázquez descubre que la poética de estos versos está teñida por el sufrimiento colectivo y el dolor íntimo. No en vano la palabra que mejor los resume es derrota.