Un joyero es misterioso, íntimo, secreto. Más que protagonizar mi novela, la da título, porque El joyero real, que existió y existe, sin llegar a ser determinante en la vida del protagonista de esta historia, sí es aglutinante de muchas de sus vivencias. Mi novela está llena de ingredientes históricos, personales y familiares que van más allá de la posesión material de un joyero, aunque sea de procedencia real. El título orientará al lector en el cosmos de situaciones —algunas extremas— que soportan los personajes de esta historia y las tragedias apocalípticas que protagonizan los pueblos europeos y mundiales en la primera mitad del siglo XX.
La novela de esta historia, como el joyero, alberga la historia del poder, de la humanidad, de los frentes de batalla interminables, de los salones, del amor, de las luchas sociales, de la felicidad, la confianza, la lealtad, la venganza, el odio, el ansia de vivir. ¿Qué más queda, lector?
La vida del protagonista se desarrolla en paralelo a acontecimientos históricos reales. Tras el joyero de palma real, se encontrarán cofradías de influenciadores políticos y de golpes de Estado, revolucionarios sociales y religiosos, acaparadores de suministros básicos —materiales e inmateriales— para la gente, la historia de una familia, insertada en los más tremendos y cruentos sucesos históricos —dos guerras mundiales y una guerra civil nacional— de la historia entre 1900 y 1951. Todo cubierto con las túnicas de la sangría anarquista y la hegemonía de la Iglesia. He tratado de no agobiar con detalles eruditos al lector, a cerca de las dictaduras, la Restauración, las repúblicas, las monarquías, sus reyes, sus reinas, sus tramas palaciegas y también sus políticos. Este libro no es un relato histórico, ni un romance ni ciencia ficción. Pero sí hay romances, acción trasversal y vertical en contextos históricos cercanos que parecen lejanos para el hedonismo, el liberalismo y el individualismo actuales. La globalización y la posmodernidad parece que van a arrasar con toda característica cultural particular o identitaria.
La vida en los años en que trascurre la historia aquí contada es muy distinta de la actual. Los atentados, las muertes por odio de clase y por odio necesario eran parte de la vida cotidiana de las gentes. Es más, las grandes conflagraciones bélicas, el terrorismo y las migraciones universales de hoy quedan aún lejos de los enormes saldos de muertes, violencia y destrucción de las dos grandes Guerras Mundiales del siglo XX. También me acojo al beneficio de la ficción, de la mano de Jacques Le Goff, El historiador está atado de pies y manos. «No se puede caer en el anacronismo, pero sí puedo guiñar el ojo a mi lector, que sé que ha visto Matrix o Juego de Tronos». La ficción no obsta para que haya consultado una documentación amplia y rigurosa. A los personajes no les sucede la Historia, sino que viven su historia con sus emociones, en la Historia. Al final, he quedado en paz con mi trabajo. Más complicado es quedar en paz con la Historia.