Liderar no es mandar. Se requieren unas habilidades especiales que están en el interior de las personas. Liderar con el corazón es hacerlo para sonreír, tú y los demás, nosotros y ellos. Utilizar un liderazgo integrador, de igual a igual, trabajar los procesos emocionales y calmar las ansiedades. Tener un proyecto creíble y motivador, donde todos se identifiquen con él y se sientan parte vital del mismo. Un proyecto ilusionante, con sentido, que genere compromiso y aprendizaje. Para liderar bien, tenemos que conocernos, desgranando todas las capas de la persona líder hasta llegar al centro, al tesoro interior, al corazón. El líder que crea vida es capaz de entusiasmar a las personas, proporciona latidos bombeados por una serie de actitudes internas: generosidad, sentido del humor, sensibilidad, pasión, curiosidad, compromiso, imaginación. Dentro de nosotros, tenemos que buscar la «mariposa», la señal que nos abra los ojos y nos muestre el camino para continuar con nuestros sueños. Liderar con corazón es conectar aurículas y ventrículos, para que los latidos generen vida y hagan brotar toda la belleza y toda la bondad que se nos ha entregado. «Seguir cuando crees que no puedes más es lo que te hace diferente a los demás». La solución en muchas ocasiones está en un diálogo con nosotros mismos, con nuestro interior.