Una entidad de servicios está inmersa en un ambicioso proyecto de cambio de aplicativo informático.
Las buenas prácticas aconsejan que en todas sus fases, desde el diseño hasta la puesta en real, se cuente con un equipo de testing que diseñe y realice pruebas regladas. Como es habitual, y este es el caso, el personal cualifcado lo proporciona una compañía externa.
Pero esta historia no va de tecnicismos ni sobre el trabajo que desempeña el equipo de testeo, sino de las relaciones entre las personas que lo componen, sobre los momentos de ocio que comparten y de la terapia que emplean para liberar tensiones en un entorno de estrés.
Los protagonistas, todo personas externas a la entidad, salvo una, que hace las veces de coordinador entre cliente y proveedor y ofrece la visión de negocio, no se conocían ninguno entre ellos hasta que se constituyó el grupo. Excepto en lo profesional (todos muy buenos), en el plano personal son a cual más diferente del resto.
Ya desde los primeros días de trabajo, poco a poco, cada uno iba descubriendo, con enorme y grata sorpresa, ciertas particularidades personales de los demás. Individualmente, cada uno es especial… muy especial y, en su conjunto, el grupo lo era aún más. Tanto que al cabo de una semana, Jesús (el interno) les dijo: «Este equipo se merece una sitcom, como le llaman ahora a las comedias de situación». Y el reto no tardó en llegar; solo dos segundos.
Más de uno se lo propuso y, como a Jesús le basta poco para animarse, al cabo de unos días les envió el prólogo. Como fue recibido con entusiasmo, le siguieron nuevas entregas por capítulos con periodicidad aperiódica. ¿Hasta cuándo? Material nunca falta. Pero eso ya queda en manos del azar que los juntó y de otros caprichos del destino.