Cuando la desigualdad y la injusticia gobiernan una nación, la miseria recorre las calles, invadiendo los hogares y vaciando las alacenas. Y en efecto, todo esto obstaculiza el desarrollo de un pueblo.
El Negro Palma, guiado por una Luz Divina, llega a Matereza, el pueblo del olvido, donde conoce a Alfredo Cera (socio del alcalde en sus campañas electorales), convirtiéndose en su amigo y confidente. Y en medio de su ingenuidad, va adentrándose poco a poco en un mundo desconocido.
Tras varios sucesos que ocurren durante su estadía en el pueblo, entre ellos la quema de la alcaldía, se fue desvaneciendo la candidez con la que nació y terminó entendiendo que su inocencia fue la cortina de humo que le impidió darse cuenta de la realidad que atravesaban los más necesitados, mientras que otros afanados iban en busca del poder, a través de favores oscuros. Comprendió que aquella ideología por medio de la cual siempre vivió había sido alterada por la gris realidad de «tener es más importante que ser».
La corrupción había inundado el pueblo; tristemente, se desbordaba la pobreza por doquier, arrasando con hogares hambrientos, dividiendo la necesidad de Matereza entre el hambre por el dinero y la hambruna debido a la escasez. Es aquí donde la historia misma concluye que el pueblo fue inundado mucho antes de que la presión del agua del canal rompiera un pedazo del malecón.