En 1938, en plena Guerra Civil, el Marqués de Lozoya calificaba al Otero de Herreros de la Segunda República como uno de los cinco núcleos principales de la “extrema izquierda” en la provincia de Segovia. Culminaban en aquellos inestables años del fugaz régimen una serie de tensiones originadas de forma directa durante la desamortización ordenada por Pascual Madoz en 1855, en el inicio de un devastador noventayocho rural. El despojo de la sierra, los montes, las dehesas boyales y las tierras de labor que habían pertenecido a Otero desde el reasentamiento que siguió a la Reconquista originó dos oligarquías hacendadas, una constituida por propietarios locales, cuyos miembros serán considerados más tarde como ilegítimos beneficiarios del expolio, y otra forastera, de grandes terratenientes provinciales. En esta última destacaron los hombres de la incipiente burguesía segoviana de las profesiones liberales y el comercio, y muy especialmente Carlos de Lecea, quien se hizo con el control de la inmensa mayor parte del Otero desamortizado, mientras, en una sorprendente esquizofrenia intelectual, en sus libros se erigía en tonante defensor de la integridad territorial histórica de la Comunidad de la Ciudad y Tierra de Segovia. Sobre el escenario de una difícil coexistencia entre Lecea y la población de Otero debido a la negligente explotación de las fincas enajenadas –cortes de arroyos y uso de venenos en la sierra, plagas de conejos en los montes y las dehesas, etc.–, y con el infectado recuerdo de la total desposesión de las propiedades colectivas, tanto de propios como del común, terminarían fermentando unos resentimientos que irán agravándose de forma paulatina hasta estallar en un abierto clima de insurrección en el Otero republicano. En este libro se relata cómo fue degenerando el rencor del expolio y el paralelo enriquecimiento de una oligaquía que, con una mano denunciaba con solemnes palabras el saqueo de las ancestrales propiedades de la antaño poderosa Comunidad segoviana, mientras con la otra las acumulaba en beneficio propio, para despecho de unos campesinos convertidos súbitamente en los braceros del señor de unas tierras que hasta entonces habían pertenecido a todos.