En cierta ocasión, el gran Julio Cortázar, que de esto sabía mucho, comentó lo siguiente: «Una novela no me dará jamás la idea de una esfera; me puede dar la idea de un poliedro, de una enorme estructura». El argentino, nacido en París, autor de una de las mejores novelas de la historia, Rayuela, quizás tenía que haber matizado aquella sentencia y haber aclarado que se refería a una «buena novela». Pero tenía razón. Una buena obra de ficción se caracteriza por eso, por una estructura que permita expresar a la perfección lo que se quiere contar. Si se me permite el símil, debe ser como uno de esos puzles de miles de piezas, que al formarse permiten visualizar, por fin, la imagen prevista.
Este es el caso de la novela que nos ocupa, La esencia de la lluvia, una brillante propuesta de la escritora Carina Vernet, recientemente publicada en formato digital por la Editorial Círculo Rojo. Y es brillante porque, además de contar una historia apasionante, coral y compleja, lo hace con un sentido del ritmo, del tiempo y de la estructura que hará las delicias de todos los lectores ávidos por conocer nuevos autores, componiendo la trama mediante algunos temas que, aunque sean bastante habituales, siempre resultan efectivos —los secretos del pasado, los odios y las venganzas, las historias de amor en la madurez…
Como debe ser en una buena novela, los personajes se van construyendo como un engranaje al que se le van agregando, poco a poco, dosificada pero insistentemente, nuevas piezas. Y, como debe ser en una buena novela, se trata de personajes riquísimos, complejos, poliédricos y llenos de historia. Nuestra autora, Carina Vernet, va aportando y construyendo poco a poco los personajes de esta trama, y lo hace con calma, con la precisa intención de que el lector vaya empatizando de forma paulatina con ellos y consiga comprender sus pensamientos, sus intenciones y sus complejidades. Así, mediante la continua utilización de flashbacks, el lector consigue entender quiénes son los habitantes de este libro y, sobre todo, por qué son cómo son.
Se trata, en resumidas cuentas, de una novela de personajes. Pero también es una novela de espacios y de tiempos. Así, del mismo modo que Vernet construye a sus personajes con la fina y metódica precisión de un cirujano literario, los enmarca en un contexto determinado que, como es lógico, influye tanto en la historia como en los propios protagonistas. Merece la pena destacar, por lo tanto, las elaboradísimas descripciones que aporta en la obra. Los libros de la biblioteca de la protagonista, Carmeta; las rutinas obsesivas y coreografiadas de su padre, Isidro; las calles y casas de la Badalona del siglo XIX, así como el desarrollo en el tiempo de esta populosa ciudad barcelonesa.
Además, la autora juega con los tiempos, narrando la historia desde un presente situado a finales del siglo XIX, en la época en la que España estaba a punto de perder sus últimas posesiones territoriales en Cuba y Filipinas, y haciendo continuos flashbacks a mediados de ese mismo siglo, donde se desarrolla la trama paralela de la historia del padre de la protagonista, Isidro. Así va construyendo con destreza, y con un magistral dominio de las elipsis y de la información, una complicada historia que poco a poco se va desgranando.
Sin olvidar el exquisito y metódico trabajo de documentación y de investigación histórica que la autora ha tenido que realizar para contextualizar las diferentes tramas de la novela en sus respectivos tiempos.
Por último, destacar la acertada reflexión que transpira el libro sobre el ninguneado papel de las mujeres en el mundo de la ciencia. La protagonista de La esencia de la lluvia lo vive en sus propias carnes, tanto por culpa de su padre, que no le permitió ir a la Universidad (a la que tampoco hubiese podido ir, ya que no admitían mujeres), como por los machistas sesudos de la Real Academia de Ciencias, que tampoco la aceptaron, pese a sus amplios conocimientos en astronomía. Si bien esto ha cambiado, el papel de las mujeres científicas aún no sido reconocido como merece. Quizás no haya mejor ejemplo que este: de los 375 galardonados con los premios Nobel de Física o Química, solo cinco han sido mujeres…
A modo de conclusión, se puede afirmar sin ninguna duda que La esencia de la lluvia es una grata sorpresa —si tenemos en cuenta, además, que procede de una autora novel— y todo un soplo de aire fresco en la narrativa española contemporánea.