La vida de Claudia nunca fue fácil. Desde muy niña tuvo que ingeniárselas para poder comer, para aprender a leer y escribir y para trabajar. Sin infancia ni juventud pasó a ser una mujer casada y a
estar embarazada casi cada año. Buscó mejor vida en otras tierras junto a su marido y se quedó sin él demasiado pronto. Claudia aprendió, por sí sola, que la vida es única y que hay que disfrutarla
y vivirla de la mejor manera posible. Fue feliz con las pequeñas alegrías y supo transmitir a sus hijas el valor del trabajo, la fuerza de la constancia y, sobre todo, la dignidad.
Estas líneas pretenden ser una reflexión de lo importante que es afrontar la vida de una manera optimista. Claudia, con su sabiduría natural, supo aprovechar todos los pequeños momentos.
“Mi madre ha sido y es un ejemplo de vida para todas las personas que hemos tenido el placer de compartir con ella su eterna alegría de vivir”.