Pedro Pérez, profesor de Filosofía de un Instituto de Bachillerato madrileño, acaba de despertar. Es el día de su cumpleaños y, también, día de su jubilación. Aturdido, se levanta de la cama y dirige sus pasos hacia el cuarto de baño. Situado frente al espejo que cuelga sobre el lavabo, descubre con asombro, reflejado en la luna, el rostro de un humano que le es desconocido. Lleno de estupor contempla aquella cara, al tiempo que se pregunta: << ¿quién es esta persona? >> y << ¿quién soy yo? >>. A partir de este momento siente ser un extraño, una sustancia distinta a la realidad material del mundo en el que ha despertado, un ser espiritual encerrado en el cuerpo de una persona de la que nada conoce. De entre los muchos interrogantes que le asaltan, le obsesiona conocer la historia o vida pasada del propietario del cuerpo en el que está atrapado y, acerca de ella, se dispone a investigar.