En 2006 Óscar González cumplió treinta años, encontró trabajo en el sector privado y abandonó definitivamente la Universidad, dejando de ser “una joven promesa” para pasar a ser “un adulto responsable”. En 2006 la banda terrorista E.T.A. seguía en activo en el País Vasco sin que hubiera visos de que nada fuera a cambiar. En 2006 comenzó una crisis económica internacional que afectó profundamente a España. Diez años después, Óscar González echa la vista atrás y, entre nostálgico y biográfico, en su novela Diario de un becario nos habla de lo que fuimos y ya nunca más seremos. Diario de un becario no es un diario, pero tampoco se puede considerar un ensayo o una novela al uso, tal y como se encarga de explicar el propio autor al final del libro: “Yo sólo quería escribir una novela, y al final, mira el bodrio pretencioso que me ha salido, que ni es un diario ni nada que se le parezca.” Diario de un becario describe un viaje esquizofrénico y transversal “de Irún al cielo, y más allá”, donde los protagonistas son personajes de segunda sin grandes expectativas; meras comparsas sometidas al vaivén de las circunstancias. ¿Puede alguien reflexionar sobre política, sexo o religión afirmando estar de resaca? Óscar González lo hace; y además, mediante letras de canciones, refranes y citas en otros idiomas, logra que sus pensamientos se tornen farragosos y deslavazados; como la vida misma, que no es otra cosa que una larga y tediosa resaca, con unos pocos ratos buenos y muchos dolores de cabeza.