No todas las cosas tienen solución. Y ni tan siquiera tienen por qué tenerla: ¡Esa no es la cuestión! La cuestión consiste en actuar como si las cosas tuviesen solución. Y esta es la única manera de mantener a la sociedad en un permanente estado de cambio que facilite el avance hacia el progreso y la evolución. Máxima, esta, en la que creo firmemente. Así como en aquella otra de pensar que todo impulso de actuación, cualquiera que sea su índole, terminará por germinar si la semilla se siembra en el terreno adecuado. Y serán esos nuevos retoños los que a su vez seguirán actuando como si las cosas tuvieran solución. He aquí la razón de volver a escribir y realizar esta nueva publicación sobre ese «viejo tema» de la sobreexplotación de los acuíferos manchegos y la tragedia ecológica sobrevenida a colación. Algo que desde luego pensaba que nunca más volvería a hacer: ¡Está visto que en la vida nunca existen absolutos finales, por mucho que uno busque o pretenda esa intención!