El Gato Negro
El animal era hermoso. Su pelo, negro azabache, siempre lucia lustrado; sus bigotes perfectamente alineados, ojos rojos con grandes pupilas negras eran el centro de su cara siempre limpia al igual que el resto de su cuerpo. “Mefisto” era la única compañía de Eduardo quien lo mimaba y el gato le correspondía con sobajeos y sentándose en sus faldas a la primera oportunidad que se le presentaba. Ambos formaban una pareja singular. La Bruja Samanta le pidió a Yolanda que se desnude y entre al círculo. Que se acueste de espaldas con los brazos y las piernas extendidos para que así reciba todos los conjuros de la brujería. Cuatro cirios encendidos y de varios colores eran la única luz que alumbraba aquel recinto tenebroso. Vasija de Barro. Después de un minucioso estudio, descubrió que la vasija de barro que compró al salir del Museo La Casa del Alabado se encontraba impregnada de una sustancia letal y cuyos vapores eran el origen y causa de los gases que había respirado su familia y que les causó la muerte.