“El hombre que salvó a Dios” es el resultado polvoriento de la excavación en las esencias de mi vida, en la de las vidas de los demás, en la razón de nuestro mundo y en la de todo el universo.
De por qué somos tan importantes como para que el Hijo de Dios viniera a vivir entre nosotros. Muestra los tesoros que he encontrado. Refleja la inquietud permanente por nuestra, más o menos
consciente, participación en una guerra entre el bien y el mal, que jamás conocerá un ganador. Todo ello narrado con momentos biográficos que permiten conocer al autor, a la vez que prender
una vela dentro de la cegadora envolvente de la rutina de cada día. Refleja, en resumen, ese tránsito de nuestra alma, que es la vida, desde antes de ser elegidos para nacer, hasta lo que nuestra vida habrá hecho con ella y que termina ante el apasionante salto al desconocido precipicio del vértigo de la nuestra muerte y la desaparición de nuestro mundo y de toda la humanidad.