Las guerras no las gana nadie. Vivos y muertos serán perdedores porque aquéllos tendrán que renegar de la causa que defendían, que tal vez sólo fuera al matar antes de que a ti te maten, recordarán a sus muertos y volverá a germinar en ellos más odio y destrucción. Siempre quedará la duda entre los supervivientes, si será posible o no seguir viviendo juntos. La subsistencia se convertirá en la obsesión de los perdedores (los vivos) porque los muertos ya no tendrán nada que perder. Y aunque tú, Jaime, no hayas ido a la guerra, ni la hayas visto de cerca, la sufrirás porque, desgraciadamente, tu familia está marcada por la guadaña afilada de la muerte…
“Aunque no hayas vivido esa época, yo sí, los personajes y las situaciones son tal cual. El lenguaje y el estilo, exquisitos. Merecía haber ganado el premio Nadal” (T. Tuñón)
“Lenguaje muy trabajado y gran ambientación. Novela rural en el mejor estilo de Delibes, Cela o Ramón J. Sénder” (I. Crespo)