Tal vez, la sesgada visión occidental para concebir la dimensionalidad de otra sustantividad, de otros fenómenos fuera de toda estructura, revierte sin pretenderlo a padecer el síndrome del “punto de no retorno”, es decir, ser incapaces de admitir la riqueza de las diferencias, para comprender, y luego interpretar la cultura, lengua, ritos y costumbres de otras sociedades, eso es, de otras realidades. Cuando esto sucede, sucede también y al mismo tiempo que se acaban limando y puliendo todas las piezas del puzle para que este encaje, sin llegar a admitir que la realidad es otra. Se
prefere muchas veces vivir en blanco y negro, pero con el puzle completo y todas las piezas en su sitio.
Una forma de entender el universo andino sin trocearlo, es comprender su cosmovisión. La cultura quechua se expresa más allá del texto escrito.
Lo hace mediante la tradición oral, con canciones, poesía, cuentos… para conservar viva la memoria.
La realidad es una totalidad donde las partes y el todo están incondicionalmente unidas, así, una planta o una piedra no tiene valor en sí misma si está aislada, mientras que toma el valor del todo en unión con el resto de su totalidad, dándole signifcado.