El umbral es una puerta por la que pasar. Una puerta a veces imaginaria y otras veces no. Al nacer pasamos el umbral de la vagina de nuestra madre, cada mañana al salir al encuentro de un nuevo día también pasamos el umbral de nuestra casa, en cada ciclo importante de nuestra vida y hasta al cruzar la línea que separa la vida y la muerte. El umbral es el inicio. Siempre el inicio de una nueva oportunidad, de un nuevo capítulo. Pero también marca el final de otro. Traspasar ciertos umbrales es como un pequeño ritual de iniciación. Es querer avanzar en el camino de la vida y el autoconocimiento. Requiere una actitud de seguridad, valor, compromiso, fe, entrega…
Así pues, vamos con el pasar de los años cruzando y traspasando umbrales, hasta que quizás, quién sabe, por qué no, dejaremos de traspasarlos y alcancemos el utópico nirvana.