Gregorio conoció a Marcela casi por error, una de esas maravillosas casualidades del destino. Sus miradas se cruzaron en el mercado del pueblo, mientras él descargaba cajas de pescado del barco en el que solía faenar. Ella era la preciosa hija del hombre más rico de la isla, y no es de extrañar que nadie se esperara nada de lo que estaba por llegar. “Lo primero que llegó fue el viento. Pequeñas olas golpeaban el barco con un ritmo constante. Más tarde, comenzó a oscurecerse el día. Todos, en el barco, miraban con recelo al cielo turbulento que los alcanzaba poco a poco. Todos, menos uno. Gregorio, con una sonrisa bobalicona en la cara, permanecía ajeno a lo que se les venía encima. A continuación, comenzó a llover. A medida que aumentaba el viento la lluvia empezaba a ser cada vez más horizontal. Y cuando cayó el primer rayo, cómo si despertara de su idílico sueño, se dio cuenta de que la temida tormenta, que Benito había previsto, los había alcanzado de lleno y ya era demasiado tarde para evitarla.” Cuando el amor es verdadero, llega de pronto y lo arrasa todo. Es como una poderosa fuerza de la que no se puede escapar. Cuando te ves atrapado dentro de este sentimiento es como estar En Tiempo de Tormentas.