El autor se adentra en los terrenos de la reflexión filosófica inspirado por el magisterio lírico de Walt Whitman, Pablo Neruda, T.S. Eliot y Dylan Thomas, entre otros. Partiendo de la identificación entre ética (bondad) y estética (belleza), Rafa Marcial nos muestra un retrato del ser humano que pretende plasmar su cara y su cruz: hasta dónde ha sido capaz de rebajarse en su miseria, pero, también, las cumbres que ha logrado coronar cuando ha querido hacer el bien. Aunque el balance tiende a resultar, más bien, pesimista, no se pierde la esperanza de alcanzar la redención, que consistirá en lograr elevar al mismo nivel ambas facetas, ya mencionadas, y que, en opinión del autor de estos versos, se hallan íntima, profunda e intensamente imbricadas: la ética de la belleza con la hermosura de la bondad y la decencia. Todo ello, narrado por una voz llena de ambigüedades, que, por un lado, pretende ser profética y aleccionadora; pero que, por otra parte,
también reconoce sus limitaciones, pues comparte la naturaleza humana de sus semejantes, a quienes se dirige a lo largo de todo este discurso que constituye la articulación total y global del poema.