No hay en toda la historia sagrada un episodio más dramático, emotivo y a la vez incomprensible que el derrumbamiento de Jesús de Nazaret, el Verbo de Dios, en el huerto de Getsemaní. Cualquier explicación teológica que pueda apuntarse siempre será incompleta e insuficiente, por lo que quizás sea el lenguaje literario el que con mayor verdad pueda bordear ese misterio. Sólo bordearlo.
En esta novela se propone un viaje sin frenos alrededor de ese misterio, y lo que más puede sorprendernos es que no se trata –aunque lo parezca- de una historia pasada (y muy conocida) que recordamos. Más bien se narran unos hechos que nos interpelan en el presente de manera radical, pues sencillamente de nuestra respuesta –de si esa respuesta es nuestra conversión o no lo es- depende el destino de cada hombre. Porque –y es la idea nuclear de esta historia- “hemos sido rescatados a gran precio” (1 Cor. 6,20), y sólo por eso nuestra vida ya no puede ser la misma.
Precisamente por eso el autor, un cristiano laico, no ha querido escribir un libro “piadoso” (en su sentido suave), sino que ha pretendido llevar al lector al corazón mismo de ese drama. Y lo ha hecho con una despiadada reflexión acerca del mundo caído que vino a salvar Jesús de Nazaret al precio de su sangre. Sin aceptar esta verdad, no podremos entender correctamente lo sucedido en aquel lagar el primer jueves santo de la historia.
“Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas” dice la Constitución Pastoral “Gaudium et Spes” (nº 13) del Conclio Vaticano II. En esta obra se describe, con crudeza y sin respetos humanos, el momento cumbre de esa lucha.