Estamos viviendo un cambio de paradigma educativo y laboral. Lo mismo que se han terminado los trabajos para siempre, también se han terminado las clases en el aula como han sido toda la vida. El libro de texto, la pizarra y el cuaderno han pasado de ser instrumentos fundamentales a ser complementarios, ahora tienen que convivir con pizarras digitales, notebooks, iPads, smartphones…
La educación del siglo XXI se adapta de manera acelerada, a veces atropellada clases y/o cursos específcos por radio, pasando por la docencia en fascículos hasta la revolución de internet con todas y cada una de sus plataformas Moodle y redes sociales.
La innovación docente y tecnológica está llegando poco a poco, pero aún falta la “gran revolución” y es aquí donde la administración educativa con los legisladores, el cuerpo de inspección educativa y en último lugar, y no menos importante, los docentes deben de regular a través de la norma este nuevo paradigma. Las leyes son indispensables para la regulación de las nuevas formas
de docencia y así amparar los cambios de aprendizaje en el marco educativo. y por lo tanto errónea, a los nuevos tiempos tecnológicos.
Como hemos comprobado, la educación a distancia no surgió en el siglo XX, y el ámbito educativo ha ido cogido de la mano de las nuevas tecnologías.