Escribí la poesía que da nombre a este poemario 19 años atrás. En esa ocasión, teniendo la oportunidad de descubrirme y mostrarme públicamente a los demás y a mí misma, no me atreví a hacerlo. Desde entonces esa lectura y apertura no realizadas han ido pulsando en mi interior hasta tornarse algo pendiente que pugnaba por manifestarse y materializarse. La Vida siempre nos invita amablemente a vivirla y si no la escuchamos nos empuja amorosa y enérgicamente a hacerlo. Este poemario es el proceso largo e intenso que tiene como colofón este último año en el que La Vida me empujó a vivir, sentir, comprender aquello que invitada no fui capaz de hacer. La semilla de la escritura, tras un largo período de semiletargo, ha ido creciendo con el compost de emociones, pensamientos y vivencias. Ha crecido con tal fuerza que necesita florecer, atravesar las aguas y la tierra en la que se ha gestado; asomarse, mostrarse y regalar al mundo su presencia.