En 1891, una de tantas familias andaluzas castigadas por el hambre y la necesidad lucha por sobrevivir en el malagueño pueblo de Alhaurín de la Torre. Los progenitores se esfuerzan por llenar los estómagos de su prole realizando las labores que van saliendo: él echando jornales en la siega y la recogida del tabaco, ella encalando casas y lavando ropa en los arroyos, además del gobierno de la casa.
La voz de un pregonero dibujó un nuevo horizonte. Hablaba de Brasil como un país de oportunidades que ofrecía trabajo a las familias pagando pasaje, estancia y comida hasta llegar al destino para recoger un producto de moda: el café.
Embarcados en la esperanza del progreso, atraviesan el Atlántico hasta llegar al puerto de Santos y de allí viajarán a Sao Paulo, donde serán contratados para ir a trabajar a la Façenda Grande,
en Pedreira, en el sudeste paulista.
Allí se enfrentarán a una realidad nunca imaginada.