¿Has oído hablar de los camellos, Jacques? Son animales pacíficos, trabajadores y callados. Como tú. Resignados a mirar más allá de sus rutinas, soportando bajo sus hombros las cargas más pesadas de la sociedad. Estos animales, Jacques, son dóciles, amaestrados, imperturbables. Muy distintos a ellos están los leones, bestias salvajes e indomables. Los leones son violentos por naturaleza, por eso se han convertido en los reyes, en los señores de su mundo. Comprenden que los grandes males son la confanza y la paz, la represión que mantiene un equilibrio ficticio en sus vidas, y por eso deciden rebelarse, su espíritu les inquieta, su alma se despierta. Poseen esa fuerza innata en su interior, una fuerza cósmica y real que les arrastra a la acción para superar sus propias limitaciones. Es una fuerza irracional que no sigue los dictámenes establecidos, una fuerza propia de un niño: sin normas, que concibe la vida como un juego donde el vencedor es el más fuerte. El león es el poder, Jacques. Es la vida, el único valor que existe y que el camello trunca con su actitud despreocupada y estoica. Yo me dedico a cazar camellos para engendrar leones.
Yo mato esclavos, para así hacer hombres libres.
Nunca hallarás la paz revela, enmascarada en el género negro, una intriga tejida a través de generaciones en las que la validez de unos ideales pone a prueba el límite al que estamos dispuestos a llegar para defenderlos. Al mismo tiempo, se convierte en un relato que enmascara la visión inocente, pura y sincera con la que un joven entiende la circunstancia que define nuestro tiempo.