Pequeña Muerte sigue el lógico vivir de un poema más, un aliento menos. Una primera hornada de XXX Poemas y I Relato Breve que van desde aquel latido en el pecho, que pareciera hacernos creer poder sujetarnos el corazón con los dedos, hasta el caos circulatorio de los globos que hacen flotar el alma. Pequeña Muerte se desnuda hasta hacernos creer desayunar como un rey, para después morirnos de pena, pero eso sí, en un planeta erótico mejor.
Pequeña Muerte no habla de versos ni rimas. Balbucea un orgasmo troglodita, como si el origen de la vida fuese la poesía. Y nada más lejos de la realidad. La poesía va desde un un hiato borracho que le ha robado el sombrero a un acento, hasta la más rigurosa perfección acabada de la letra en el silencio. He aquí el desorden perfecto de tus cosas.
Pequeña Muerte nació cuando yo aprendí a ser poeta, y ella dejó de ser poesía.