Si quieres comprenderte, pregúntale a quien mejor te conoce: tu pasado. No el que tan solo retorna a tu nacimiento, sino aquel que se remonta hasta donde seas capaz de llegar. Cada uno de nosotros dispone de una colección de recuerdos, propios o familiares, vividos o adquiridos con la escucha, que no son sino un rompecabezas incompleto. Hay que procurar buscar las piezas que faltan, hablar con familiares y amigos, recuperar hechos ya olvidados e investigar nuestros orígenes con los infinitos medios que las nuevas tecnologías ponen a nuestro alcance, para llegar a concluir la imagen, que no es otra que la de nosotros mismos.
Esa visión nos sorprende, porque no solemos mirarnos globalmente, acostumbrados como estamos a concentrarnos en el ombligo. A la vez nos aporta serenidad. Al contemplar el conjunto de lo que somos y de las influencias que nos han llevado a ser así, tenemos la posibilidad de realizar un higiénico auto-psicoanálisis, aunque los expertos digan que tal ejercicio es imposible. Poner después por escrito el resultado, es el mejor legado que podemos dejar a aquellos que tendrán que completar un día su propio rompecabezas utilizando algunas piezas del nuestro.