Mediados del siglo XV. España está a punto de convertirse en el mayor imperio del mundo. Mientras, en Astorga, los Osorio han comenzado a forjar el suyo propio. Casualidad o no, siempre han acertado a apoyar en cada momento al bando idóneo, y eso les hará conseguir altas cotas de poder. Llevan décadas acumulando un enorme número de señoríos en el Reino de León, sobre todo en torno a la capital asturicense y en el Páramo leonés, pero su ambición los llevará a ampliar sus fronteras hasta las lejanas tierras de la ribera del río Esla.
Su gran deseo de conectar todos ellos choca, sin embargo, con tres escollos notables: la gran distancia que separa a Astorga de villas como Villamañán y Valderas; el peligroso cauce del río Órbigo; y un vasto territorio señorial en zona paramesa, rodeado de señoríos de casas rivales, que también debe administrar y defender. Necesitan, pues, un lugar estratégico que le sirva de “cabeza de puente”. Y lo hallarán en una pequeña villa, situada en las ya por entonces fértiles tierras de las Arribas del Órbigo, y que se convertirá en pieza clave de todo el engranaje señorial.
A través de estas páginas, entre castillos y puentes medievales perdidos en el tiempo, el autor nos descubre y acerca la villa de Villazala, lugar de origen incierto que durante la Edad Media y la Edad Moderna jugó un papel vital en las estructuras del marquesado de Astorga, y cuya historia ha permanecido inédita hasta hoy.