A Daniel las horas se le fueron sumando a su espera en la morgue mientras lo observaba todo. Unas horas que ya sumaban casi un día. De una vida con sus días que sumaban muchísimos años. Ese paso después de la muerte no fue tan traumático como podría ser para mucha gente, ya que él había visto lo que pasaba con los muertos desde que prácticamente era un niño. Desde entonces logró entender lo que pasaría con él cuando le llegara su turno y la muerte lo reclamara. Recién llegado a la morgue, traerían el cadáver de Martín, quien no paraba de chillar para que lo oyeran, aunque ya era imposible. Ya estaba muerto. Más que diálogos, era una observancia que acompañaba con recuerdos que se le amontonaban en una cronología arbitraria. Dos realidades distintas de vida, dos realidades distintas ante la muerte.