La huida del pueblo de un muchacho de dieciséis años, por temor a que vengaran de la misma manera que el acabó con la vida de una cerda. No volvió a saber nada de su familia sino hasta después de casi dos décadas y media, Telmo Alfonso Rivera, una de sus tres hijas conoció a un atractivo paracaidista, del cual se enamoró, hijo de un tío que nunca conocieron, del que quedó en un lejano pueblo, Urcuquí. Moisés Alejandro Rivera.
Ochenta y siete años después de la huida de Telmo a la costa Ecuatoriana, se radica en Barcelona el descendiente directo de este último, René Marcelo Rivera, en su memoria siempre presente la imagen de baja estatura de su adorada abuela, quien obligado por las circunstancias, tuvo que aprender más de siete oficios, de lo cual siempre se mostraba orgulloso.
Barcelona, la ciudad que lo acogió en sus brazos, dice que no lo cambiaría por otra, aunque mejor fuera, con su prole es feliz en ella.
Dos similitudes muy grandes lo vinculan con el primero, el apellido y la edad en la que también abandonó el pueblo por diferente circunstancia.