Rondaban los años setenta. Un niño de apenas diez años con muchas
inquietudes, sueños e ilusiones descubre, a través de un buen profesor,
su pasión por la literatura. La prosa, el verso y la poesía ya forman
parte de su vida.
Un don natural me hace construir poemas, versos y poesía sin esfuerzo
alguno, un don natural está dentro de mí. Nadie cree que lo escrito
sea de un niño, para darle credibilidad se me apoda como «el escritor
del pueblo», ya todo el mundo piensa que es un señor, nunca apareció
mi nombre, era un niño, decidieron que fuese VMR, el escritor del
pueblo. Como todo en la vida, tiene su final. Treinta años después,
odio la poesía, la prosa y el verso, los excesos de cualquier cosa son
muy malos, nunca pero nunca en mi vida volveré a hacer nada parecido,
pero necesito escribir. Algo en mi interior me lo pide, descubro la
novela que hace viajar a los pobres, conocer lugares, sitios imaginarios
donde me siento muy cómodo. Las horas muertas de mi vida las
ocupo viajando, volando con mi imaginación, conociendo a personas
y personajes únicos; me aparto de la escritura de tecnicismos y cursilerías,
pienso que debemos de escribir como hablamos. Hoy escribo
para el que no lee nunca, para el que lee muy poquito o en ocasiones
contadas. Algunos de mis libros sirven de calzo de alguna mesa coja,
aun así, seguiré escribiendo, viajando y conociendo personajes e
historias dignas de contar. Hoy, un hombre maduro con la experiencia
me dio la vida, dijo: « lee o escribe haz lo que quieras pero recuerda
siempre ser muy feliz». Un amigo.