Lucía y Roberto son un matrimonio joven y feliz al que la vida les sonríe. Un día reciben una grata noticia, pero con el paso de las semanas, esa alegría se irá convirtiendo en pesadilla y desesperación llegando a des-estabilizar a la pareja hasta límites insospechados. Ninguno pensaba en que aquel horror que estaban sufriendo podía convertirse en el punto final de sus vidas tal y como la conocían…
«Lucía lo miraba, pero no lo veía. Seguía callada, sin reaccionar a lo que su marido le decía. Ni siquiera reaccionó cuando la abrazó. Al cabo de unos minutos, bajó la cabeza y dijo en voz baja:
“Roberto, no estoy loca. Quiero irme de aquí”.
Estaba dispuesta a decírselo. Le daban igual las consecuencias de todo lo que le iba a decir. Sabía que Roberto no lo entendería, pero ya le daba igual. Estaba desesperada y necesitaba alejarse de aquella casa. El miedo que sentía le impedía pensar con mayor claridad y utilizar la lógica… Su paciencia había llegado al límite…»