El esquiador de fondo es una colección de once cuentos escritos –y antes sentidos, vividos y soñados– en Dinamarca –porque de literatura de la experiencia se trata–, que busca, a través de memorias entrelazadas, de mezcla de géneros, de intertextualidad y de una sintaxis «serpenteante o hipnótica» la seducción del lector, y con ello, la probable redención de su autor. Es también, en palabras del poeta Ángel Montilla: «Un tortuoso viaje al autoconocimiento, que, debido al sutil juego de narradores, parece un heteroconocimiento». La soledad, la muerte, el olvido o el fracaso recorren las páginas de este libro con un aliento poético conmovedor e inquietante, a veces ingenuo, otras desolador, siempre paciente, una «vaga prudencia de caballo de cartón», que asoma con sutileza al lector a la paradoja de la integración (‘Una leyenda de extranjeros’), lo conduce con vértigo al dolor del recuerdo –o a su imposibilidad– (‘Volúbilis’), o lo lleva con trampas y guiños a las fronteras porosas entre amor y desamor (‘La visita’). El esquiador de fondo es, pues, una metáfora rudimentaria de la existencia, del devenir de un exiliado voluntario, desplazado con cierta fatalidad y conformismo a su interior, vacío y resignado. En definitiva, una torpe y malograda representación del desengaño. «Ya no hay impostura, ni simulacro –reza el fragmento final de ‘El náufrago metódico’–, ni desesperado deseo de huida, sino una decente y franca aceptación de mi fracaso. Leo, y la voz que sale de mí es yo mismo, un náufrago metódico y rendido, en soledad, desnudo y casi sin fuerzas».